Por Tomás Luis de Victoria

El tipo de pronto comenzó a correr y nadie se lo esperaba. No era de correr, independientemente de la situación en la que estuviese y había estado en muchas difíciles. Cuando la situación se complicaba, solía plantarse y solucionarlo todo cara a cara, como un hombre. Y parecía viéndolo de lejos que así iba a ser una vez más cuando, de pronto y sin darse cuenta, se vio rodeado de dos tipos bastante más fuertes que él, mas otro que se acercaba, pero en vez de entregarse, viendo el lugar donde estaba, en vez de alejar de sí el problema, comenzó a correr.

La verdad es que era un tipo peculiar, de pocas palabras y muchos hechos y así se le conocía y tal vez por eso, a todos nos cogió de sorpresa. Yo miraba de lejos, con curiosidad, sintiendo un cierto regusto en la cara de perplejidad que imaginaba se le estaba poniendo a la gente que lo detestaba, que eran muchos, al verlo de esa guisa, porque todo el mundo pensaba que no sería capaz de salir de aquello.

Yo también, en el fondo, me sorprendí, porque no entendía su huida ni hacia dónde podía ir, era una huida hacia adelante, hacia ninguna parte, una alocada carrera en la que, a pesar de estar allí con él, no nos sintió ahí, solo nos sintió incapaces de hacer algo y nosotros lo supimos en cuanto lo vimos y por eso huyó a toda velocidad mientras lo mirábamos sin hacer nada.

Yo comencé a correr también, pero no a su lado para que me sintiera cerca por si la cosa se complicaba, ni a su espalda para protegerlo, ni me enfrenté por supuesto a los que lo perseguían, que es lo que debía haber hecho. Yo corría a una distancia prudencial mirando, sintiéndome un inútil, sin saber qué hacer en aquella absurda e inédita situación.

Los tipos lo perseguían tenazmente, aunque él les sacó cierta ventaja que lo ponía a salvo por el momento, pero los tipos no estaban solos. Hubiera sido tan sencillo acabar con todo, tan fácil, pero no lo hizo, porque nunca hacía lo que se esperaba. Contaba, eso sí, con el factor sorpresa y el que lo aguardaba no sabía que, cuando llegase a él, iba a ir a esa desenfrenada velocidad, y casi ridículamente, en un teatral scherzo lanzó su pierna hacia atrás para interponerse en su camino y entonces dudé. Dudé si ir hacia él o no, pero de nuevo, sintiendo que él no me sentía ahí a su lado, decidí esperar un poco más, mientras otro salía a su encuentro, y esta vez sí, casi lo coge, mientras yo esperaba, mirándolo y mientras la gente que miraba, la de lejos y la de cerca, contenía el aliento.

El tipo que había lanzado su pierna hacia atrás intuyó lo ridículo de su acción y fue a por él, a acabar su trabajo, a toda velocidad, y yo me quedé quieto, siempre esperando, mirando, contemplando aquella escena con el tiempo detenido, mientras él era cazado por detrás y caía de espaldas, y todo, esperando, porque aquella tarde fue la más larga espera de mi vida, esperando ver cómo le cazaban, esperando que contase conmigo, solo tenía que mirarme, hubiera sido tan fácil…

Y aún sigo esperando, porque es verdad que lo cazó el tipo del movimiento de ballet mientras otro se le tiraba a sus piernas, pero él, sin mirar a ninguno, y mucho menos a mí, y con la punta de la bota izquierda, mandó el balón al segundo palo y marcó. Diego era así y yo me quedé esperando.

25 comentarios en «La espera»
  1. Con que Tomás Luis de Victoria…¡Carambanos! ¡Así no hay quien pueda! Y luego aparecerá escribiendo en tu blog Lope de Vega, Calderón, o sabe Dios quien. A mi me gustaría escribir, y creo que podría hacerlo, pero desde que descubrí «El Ministerio del Tiempo» me di cuenta que era tiempo perdido. A ver quien tiene narices de dibujar un sencillo barco, decía mi seño de dibujo, mientras escondía en su despacho a Don Diego Velázquez. Le decían histérica, pero era «ministerica».

  2. Estaba a punto de escribir algo interesante, acabando de comer, y surgió el postre y se me olvidó. Sé que estarán pensando en qué demonios consistía el postre, algo que jamas desvelaré, leí lo de TdV (Tomás de Victoria) y sentí envidia ¿por qué no? Yo puedo escribir también cosas así, pensé, y después no. Así que me dije que si no puedes construir, lo mejor y más aceptado, es destruir. Me he pasado un par de minutos pensando qué escribir después de escribir «es destruir»; y no encontré nada. Así que escribí «es destruir» y luego no escribí nada más que lo que podéis leer. No se si me explico.

  3. Creo que estoy escribiendo demasiado…y eso puede significar que estoy escribiendo mal. Me parece que voy a dejarlo hasta mañana, que según me han contado es el periodo de tiempo en el que empieza a dejar de hacer efecto todo lo que me he bebido. Puede que alguien crea que digo tonterías, e incluso que soy un imbécil. Yo creo que estoy de acuerdo. A las dos cosas. A mi, de verdad, lo que me gusta, es leer a gente como Juanma Trueba, divertida, interesante, aguda, hummmm, jajaja, ¿alguna sugerencia de rima?
    Un abrazo desde La Coruña, para un chico de las Rías Baixas.
    ¿De verdad eres un editor tan duro? ¿No vas a publicar lo que te escriba?

  4. Yo solo entro para hacer pandi con los que aplauden a Tomás. Pero no te me vengas muy arriba que ya sabes que te seguimos con la escopeta cargada.

  5. Vaya, he dejado un comentario y ahora no aparece. Como no quiero verme triplicado (cómo te entiendo Gámper) no me atrevo a volver a escribirlo. Pero el caso es que ahora me siento como el quinceañero poco agraciado al que sus amigos han dejado fuera de la fiesta. No pretendía ligarme a la chica, simplemente sentirme aceptado.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *