Por Somos

Cuando Juanma me pidió un texto para la sección de invitados, no supe decirle que no (mecachís en la mar). Unos momentos después me dije… ¿Y ahora de qué leches escribo? ¿Fútbol, política, cine, religión o quizá le planto un par de recetas de cocina y me quedo tan ancho? Estaba más en blanco que los escaños de Rajoy cada vez que abre un juzgado.

Recurrí a la insistencia, después a la perseverancia y más tarde a la obstinación, pero todo es inútil cuando las ideas no surgen. Ni musas ni leches, que eso debe quedar para plumas enormes y no plumillas aficionados. A mi imaginación no la venían a visitar ni las compañías telefónicas, total para qué, ya estaba la pobre en una magnífica tarifa plana.

Así que puse la tele. Doce canales después, seguía en la más absoluta negación del escritor. Si no hubiese sido porque se me cayó el mando a distancia presento mi dimisión por email. Pero como el pobre quedó hecho cisco, enseñando las pilas como los accidentados los huesos y las actrices porno el tesoro, pase a darme cuenta de que ahora lo que se lleva son las deconstrucciones, y que si eso se puede hacer con una tortilla y ser candidato a estrella michelín, también sería posible hacerlo con la confección de una historia. Si salía bien, estupendo y si no, batido de letras al canto.

Como carezco de manual al respecto y no tenía a quien preguntarle, los ingredientes del buen escribir tenían que ser de mi propia cosecha. No me pregunten medidas, cantidades o tiempos de cocción, no tengo ni idea, cualquier parecido entre la realidad y mis recetas son pura coincidencia nadando en la teoría del caos. En mi cabeza, cuando una mariposa bate las alas no hay tormenta perfecta en ninguna isla caribeña. La cosa se queda en que una mariposa bate las alas y punto. Leerme no produce tsunamis.

Así que debía empezar por lo que para mí es fundamental para ponerme a escribir, la soledad. Hablo de esa compañera de viaje a la que acudimos muchos con amor, otros con cierta resignación y algunas excepciones (ellos se lo pierden) porque no tienen más remedio que agarrarla del brazo. Bueno, pues como yo ya la tenía porque mi familia estaba sobando, el perro durmiendo y hasta en el jardín parecía que no había grillos de guardia, esta era la mía, ya tenía el primer ingrediente para marcarme un texto aceptable, estaba más solo Batman en una película de Marvel.

Ahora, a olvidar los problemas. Un escritor que se precie debe tener su cabeza únicamente en lo que va a teclear. Hay que cerrar todas las sucursales del cerebro, salvo la que se debe ocupar de alumbrar ese escrito y disponerse a contarse algo que pueda contarse después. A ser posible, interesante o al menos simpático. No vale en latín. Os juro que lo intenté, pero fracaso total. No se me ocurrían ni los unos de la quiniela.

Si con soledad y concentración, la fuente seguía cerrada, no quedaba más remedio que acudir al último elemento en la receta del que se enfrenta a la literatura, la misma literatura. La lectura es el vick vaporub de la imaginación, la metafórica pesa del culturista de letras y el santo maná del hambriento de ideas. Mancha de mora con otra se quita, o eso decía mi madre.

Con un cigarrito y un café, me dio por empezar por donde dejé el último tocho de Ken Follet. Ya eran las tres de la madrugada y el tiempo sólo pasa despacio en Sildavia (en Carabanchel va a toda hostia), así que creedme si os digo que a esas horas, aguantar ese libro en las manos es como ir por la Pedriza en sandalias. Peor el remedio que la enfermedad. Me estaba durmiendo a marchas forzadas.

Otro café, medio croissant del que tocaba para la mañana siguiente y dos vasos de agua tras él, seguía en el desierto del Gobi ideario. No había solución, estaba más seco que un bacalao y encima desvelado. Que se joda el perro, que le voy a despertar para darle una vuelta.

No queda más remedio. ¡Me rindo!, mañana le digo a Juanma que mejor le dejo dos comentarios de fútbol a cambio de que me perdone la historia para su sección de invitados. Total, en su bar virtual estamos acostumbrados a guardarnos la llave y tener cama de guardia. No creo que se enfade por mi fracaso literario. Desde que era un niño (hace unos meses y un montón de años) tengo claro que zapatero a tus zapatos o serás medias suelas. Así que perdonadme, queridos lectores del blog del gran Trueba, morí en el intento de echarme unas líneas.

Otra vez (o no) será..

12 comentarios en «Historia de un fracaso literario»
  1. Pues para no tener la inspiración a tu lado, has dejado frases subrayadas en «negrita» que si las unimos todas, dan por sí solas un escrito…. Con eso me quedo…..Buena reflexión y más razón que un santo.Basta que te pidan para no saber qué dar….y basta que no te pidan, para dar de más… dilema que siempre acompaña en cualquier faceta de nuestra vida. Felicidades

  2. Cuánto me han gustado siempre tus comparaciones, compi…

    Y bueno, yo a Juanma le veo futuro como manáger literario, qué buenojo tiene el jodío.

  3. Anchorage ‎@Ancoraje

    @juanmatrueba Vendes a tus «negros» mejor que un comercial. Un talento forjado en otra vida, en otra Roma esclava, en otro mar Mediterráneo.
    ————————————————————————————
    El señorito Trueba noh deha escribir en su bló, porque el es bien bueno y entonses el mediho que si le podía escribí, y yo le dihe que claro y entonse él me diho que lo hisiera y a mi medió mucha alegría porque yo quisiera dé de mayó como el Señorito Tueba.

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