Y que cumplas muchos más.
Y que cumplas muchos más.

Marilyn Monroe hubiera cumplido hoy 90 años. Imagínenla. Sabríamos de ella por el teleobjetivo de algún paparazzi, paseada en una silla de ruedas por su último marido (un peluquero gay de Arizona), cubierta con unas enormes gafas de sol y una peluca platino, probablemente respondiendo con el dedo corazón a los pertinaces reporteros. Marilyn sería poco más que un fantasma, una leyenda con la necrológica en la plataforma de lanzamiento.

No hay duda: Marilyn no hubiera funcionado en el papel de anciana que bordó Katherine Hepburn. Su decadencia hubiera sido cruel y sus equivocaciones generosas. Nadie mejora con el tiempo, excepción hecha de Maribel Verdú.

Nunca es mejor morirse, no se me ocurrirá decir tal cosa. Pero cumplir 90 años con el aspecto de los treinta, y que el mundo lo celebre, y sentirse deseable, es un privilegio reservado a esos mitos del cine que murieron antes para vivir siempre. Bellos, altivos y sin una sola cana.

2 comentarios en «Marilyn, felices 90»

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