Pablo Iglesias.
Pablo Iglesias.

La forja de Pablo Iglesias se construyó, casi en igual medida, del descontento general, de su habilidad comunicativa y de la oposición que encontraba en el plató de referencia. El televidente (al menos, una gran parte de la audiencia) podía estar más o menos de acuerdo con lo que exponía Iglesias, pero se sentía en firme desacuerdo con los alegatos de sus contrarios. Hay quien asegura que el voto a Podemos es un voto anti sistema, pero yo creo que empezó siendo un voto anti tertuliano.

A partir de entonces, Podemos creció más agitado por los críticos furibundos que por las propuestas políticas. Es un hecho que la gente (al menos, una gran parte) disfruta del pánico de los periodistas y los políticos con nudo Wilson, a los que atribuye una alta cuota de responsabilidad (quizá estética) en la crisis.

Repartido el hemiciclo en las elecciones del pasado diciembre, Podemos equivocó la estrategia y dejó pasar una oportunidad única. En lugar de consolidar su juego a la contra, el partido se emborrachó de poder con sólo olerlo. La comparecencia de Pablo Iglesias en la que se autoproclamó vicepresidente (director del CIS, CNI, BOE…) sonó como un Asturias patria querida. Si Podemos se hubiera abstenido para propiciar un gobierno entre socialistas y Ciudadanos (a cambio de controlar la política social) hubiera logrado el tipo de poder que más valoran los muy poderosos: el poder en la sombra.

La imagen de Pablo Iglesias quedó dañada después de aquello; juraría que tampoco le benefició el enfrentamiento con el más moderado Errejón. Consciente de que perdía foco, el líder de Podemos hizo un rectificado en el aire y decidió aliarse con D’Hont (a Garzón todo esto le pilló en medio). Adiós transversalidad.

Ahora que las encuestas sitúan a la nueva coalición por delante del Partido Socialista, los políticos y periodistas con nudo Wilson han vuelto a entrar en estado de pánico, para mayor gloria de Podemos. Iglesias, que nació impulsado por ellos, ha remontado el vuelo al calor de sus increpaciones apocalípticas. Algún día entenderán los defensores del bipartidismo, el orden y los trajes sastre que si empujan no desplazarán a Pablo Iglesias, al contrario: lo mantendrán en equilibrio.

Un comentario en «Pablo Iglesias: el equilibrio sobre el desequilibrio ajeno»
  1. Yo sé que una vez que una idea se introduce en el inconsciente colectivo es casi imposible modificarla, pero la imposibilidad nunca me pareció buena excusa para dejar de intentar algo: la abstención de Podemos no bastaba para que Sánchez fuera Presidente (léase lo anterior en negrita y subrayado, a falta de habilidades propias para los comandos del html). Un vistazo a las matemáticas básicas lo demuestra (modo repelente-niño- Vicente on):
    SUMA DE PSOE + C’S + CC = 131
    SUMA DE TODOS LOS PARTIDOS QUE NO SON PODEMOS: 150
    Suponiendo que el PSOE hubiera convencido al PNV y UP (6 + 2) para votar incluso a favor, la cosa habría quedado en un ajustado 139 / 142 (tal vez el resultado de algún all-star de la NBA).
    Y ahí tendríamos que dejar de contar ya que el propio Sánchez repitió hasta la saciedad que jamás (never, never) aceptaría los votos de los nacionalistas (menudo es él).
    Así que va a ser que no. No estaba en la mano de Iglesias hacer Presidente a Sánchez con su mera abstención (a pesar de las miles de veces que lo habremos leído o escuchado): era necesario su voto a favor. Que a estas alturas de la película ya carece de importancia, pero nunca está de más enderezar los cuadros torcidos…
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    (NOTA: los cálculos se han efectuado considerando que Iglesias tenía poder de decisión sobre los 69 escaños).

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