La noticia no es la fuga, ni siquiera el ganador (el respetabilísimo Michael Matthews). Lo relevante es que Sagan estuviera allí. Lo asombroso (y delicioso) es que un corredor que lo tiene todo amortizado en el presente Tour (una etapa y el maillot verde casi asegurado) conserve intactas las ganas de competir. Y las fuerzas para hacerlo. Porque Sagan no corre con la cartilla de racionamiento. De los cuatro primeros en Revel, el campeón del mundo fue el único que no subió Ordino-Arcalís en el vagón de cola (a 35:26). Ese mayor gasto (llegó a 19:03) no le impidió buscar la escapada 48 horas después, propiciar la selección y disputar el sprint. El muchacho, por cierto, tiene 26 años (todavía) y se graba vídeos con su novia emulando ambos a John Travolta y Olivia Newton-John. Hay gente que nace con el arcoíris incorporado.
Se registró otra presencia extraña en la escapada del día: Mikel Landa. Aunque en este Tour ejerce de gregario de Froome (y juraría que le duele), hablamos de la gran (y única) esperanza del ciclismo español, un muchacho que lo tiene todo, aunque quizá le falte ojo para elegir sus equipos. Quiero entender que su inclusión en la fuga fue un mínimo acto de rebeldía, si bien no descarto que fuera otro acto de obediencia al todopoderoso Sky. Landa, conviene no olvidarlo, también tiene 26 años.
No es mala edad esa, creo recordar. Nairo, de hecho, podría ganar su primer Tour a los 26, cosa que no conseguirá el atolondrado y encantador Pinot. Nada reprochable porque cada uno madura a su ritmo. Adam Yates es un caso de precocidad vertiginosa (23) y Tom Dumoulin (25) un ejemplo de maduración en barrica de roble: no hay quien dude a estas alturas de que el holandés conseguirá ganar, al menos, un Tour. Zoetemelk (1980) necesita heredero.
Contador y Purito fueron los otros protagonistas de la jornada. El primero dejó entrever que le dolía tanto el cuerpo como el trato del equipo; también Alberto elige mal a sus equipos. El segundo asoma ya como el mejor comentarista de ciclismo de la televisión nacional, una equilibrada mezcla de Perico y Pedro Martínez de la Rosa, un comunicador excelente que acabará por presentar un concurso y por participar en otros. Cuando algún joven televidente se pregunte dentro de unos años que ha hecho ese tipo bajito para estar en Supervivientes habrá responderle con una sola y concluyente palabra: todo.