El Brexit, según The Guardian.
El Brexit, según The Guardian.

Por Diego UK

Todo empezó a tomar forma en la madrugada, parecía claro a las 4 de la mañana y termino por explotar definitivamente entre las 5 y las 6…

 

Los Europeos

Mi día empezó a las 5. Había dormido mal y durante la noche había comprobado que el resultado del referéndum se ponía feo. No solo en lo personal; creo firmemente que para el Reino Unido es mejor permanecer en la Unión Europea.

Por mi cabeza pasaban todo tipo de reacciones y sensaciones a tal velocidad que no me daba tiempo a procesarlas en sentimientos de miedo, determinación, irritabilidad o furia. Sin embargo la sensación más poderosa si se hizo un hueco, y esa era la duda: ¿Y ahora, que? El 67% de mi localidad votó por dejar la UE, lo cual traduje inmediatamente en rechazo hacia mí y el resto de ciudadanos europeos. Fueron mis perros quienes notaron mi preocupación y los que se sentaron conmigo a esas tempranas horas como diciendo a su manera: “No te preocupes, para nosotros nada cambia”.

En el trabajo comenté la situación con algunos compañeros, tanto ingleses como europeos.  Si bien los ingleses con los que hablaba no habían apoyado la salida de la UE tampoco entendían lo que nosotros sentíamos en esos momentos: rechazo, sobre todo, y en algunos casos miedo ante actos de violencia física que ya habían ocurrido con anterioridad, pero ahora parecían casi legales.

A la hora de cenar me dirigí al fish & chips que visito semanalmente. En esos momentos, cuando no tenía que poner atención al trabajo ni al tráfico, mis dudas volvieron a tomar el control de mis pensamientos. “¿Qué pasa ahora si entro en la tienda y me tratan distinto?”. No me trataron diferente, pero las dudas seguían conmigo al día siguiente, sábado, cuando paseaba a mis perros. “¿Y si me cruzo con alguien y me insultan? ¿Y si la cosa se pone fea y mis perros tratan de intervenir?”.

Pasé la mayoría del sábado con mi nieta. A sus 3 años a ella todo le da igual, juega, me abraza y se ríe. Ella solo me ve a mí. Los perros y los niños pequeños son los más listos en esta historia, pues ellos solo ven personas a las que quieren. Y es que vistas las noticias y las reacciones más repugnantes del lado ganador cabe de todo: desde noches de cristales rotos a agentes de policía llamando a la puerta pidiendo los papeles con el permiso de residencia.

 

Los Votantes

Mucho se ha hablado de gente que no sabía lo que votaba, de gente que lamenta su voto y ahora querría cambiarlo, de gente que no quería salir de la UE si no simplemente exigir que algo cambiase. No quiero centrarme en nada de esto. Simplemente hay que incidir en que la democracia es un derecho y una responsabilidad que no se puede tomar como un concurso televisivo de talentos y simpatías. Sigo encontrándome con gente que no entiende el significado de su voto en la vida de sus propios compañeros de trabajo.

No puedo aceptar de ninguna de las maneras esa Eurocopa de las nacionalidades según la cual unos pasaportes valen más que otros.

Con toda su buena fe y sin expresar su opinión personal, un colega mío que votó por permanecer me dijo que como español no debo preocuparme de nada, que nadie en el Reino Unido tiene problema alguno con la inmigración desde España. El problema lo tienen con los polacos. Posteriormente leo un comentario de un exsoldado que había luchado junto a polacos y dice que los prefiere 100 veces a los ciudadanos rumanos. No puedo aceptar de ninguna de las maneras esta especie de Eurocopa de nacionalidades según la cual unos pasaportes valen más que otros. Ni un inglés es más que yo ni un polaco es menos. Es demasiado evidente como para tener que explicarlo en detalle.

Otro tema es cuando te dicen: “Tú no te vas a ir, si tú eres uno de los nuestros”. No, yo era uno de los vuestros, y eso es lo que tantos votantes no entienden. Desde que el resultado del referéndum ha marcado un ellos y nosotros, británicos y extranjeros. Nunca en 12 años me había sentido tan extranjero como estos días, nunca había sentido tanta desafección por la ciudad donde resido, que ya no considero mi hogar.

Otros más cándidos o directos, como me ha contado otro compañero inglés de los que votaron por permanecer es el que dice:

  • “Por fin se van a ir todos esos polacos!”
  • “Pero si ese que trabajo contigo es polaco…”
  • “El no, él es mi amigo…”

No creo que se considere amigo ya. El voto no discrimina a nadie, de alemanes a lituanos, de portugueses a rumanos. Todos estamos en la misma situación, y si alguien cree que “su amigo” está exento del resultado del referéndum se equivoca.

Finalmente nos queda el votante que se avergüenza de lo que han votado sus familiares, amigos o conciudadanos, pero debo decirles que el voto es libre y en muchos casos no ha sido un voto pasional e irreflexivo. Hay gente que realmente cree que lo mejor para el futuro del país es salir de la UE. Frente a los que defienden el mestizaje de culturas y sociedades han aparecido los que realmente lo rechazan de plano, los que quieren una Inglaterra sin Escocia, sin Irlanda del Norte, sin gente que no sea blanca e inglesa de pura cepa. Estos elementos, que existen en todas partes, han salido de sus cavernas pensando que ser racista es legal. Son buenas noticias, caídas las caretas ya sabemos de qué pie cojea cada ciudadano.

Soluciones

Vuelvo a lo que me dicen mis compañeros de trabajo británicos. “Pide el pasaporte”, “Cásate”. O también te dicen “Si hasta dentro de dos años no va a pasar nada…”

El tema de la nacionalidad es algo que he comentado con compañeros europeos. Llevo 12 años en Inglaterra y me he sentido feliz, he visto crecer a mi familia y desarrollado mi carrera satisfactoriamente. Pero no me siento británico. No sé explicar lo que es sentirse español o británico, pero sé que no lo siento. Pedir el pasaporte simplemente sería hacer una trampa legal y no me parece bien, y la mayoría estamos de acuerdo (hablando con compañeros de Hungría, Portugal o Alemania). No queremos ser británicos, y seguramente aún menos de un Reino Unido que de pronto se muestra hostil. De nuevo un compañero de trabajo lleno de buena fe me dice “yo siempre te vería como español”. Yo solo quiero que me vea como persona.

De hecho he pedido a mi empresa que haga lo mismo. Entiendo que tiene que vivir en un marco legal y que hoy por hoy ese marco legal parece difuso. Sin embargo legalmente nada ha cambiado, y yo pedía que la empresa simplemente dijese que valora a sus empleados por lo que son y no por el lugar de donde vienen. Pero hasta ahora no ha habido más que silencio, en una actitud conservadora, protegiendo la empresa ante cualquier compromiso.

Pese a todo y por facilidad busqué qué habría que hacer para pedir la nacionalidad. Además de gastar una considerable suma de dinero en el papeleo, hay que someterse a un examen de inglés y otro de cultura británica, cosas que me resultan ofensivas. Tras pasar 12 años en el país lo normal sería que me ofreciesen la nacionalidad.

Mientras unos piensan irse donde sean bienvenidos, personalmente me queda la solución de pasar por el registro civil y fijar finalmente una fecha que no hemos hecho más que ir dejando para cuando fuera más conveniente. Ese momento parece haber llegado, pues no confío en que los políticos de ambos lados del Canal de la Mancha logren solucionar nada.

Los Políticos

La situación política en Inglaterra es el cruce de un guion de los Monty Python con “Yo, Claudio”. Después de caer en la trampa de compañeros de partido a la par que traidores y convocar el referéndum, David Cameron se tuvo que ir. La campaña a favor de permanecer en la UE fue demasiado tibia por los Conservadores y no mucho mejor desde el lado Laborista. Sucesivos gobiernos de uno y otro lado han pasado años culpando a Bruselas de los males internos y no era ahora el momento de decir “bueno, en realidad, no estamos tan mal con ellos”.

Boris Johnson se aprovechó del populista líder del UKIP Nigel Farage, que hizo el discurso más visceral en pro de la salida de la UE, y pensaba que con la caída de Cameron sería Primer Ministro. Cameron, sin embargo, dejó un caramelo envenenado para quien le siguiera: tendrá que ir a Bruselas a activar el Artículo 50, que tiene una especie de reacción en quien la ejecuta como la kriptonita en Superman: quien toque esa tecla va a quemar su carrera política. Sera para siempre el primer ministro que causó la mayor crisis política y económica del Reino Unido.

Sin embargo Boris no va a ser Primer Ministro. Su anterior amigo y activista de la campaña de salida, Michael Gove, decidió presentarse al liderazgo del partido incitado por su mujer, columnista populista en un diario inglés. Apuñalado Boris, han ido saliendo nuevos candidatos. Finalmente será Theresa May que, según los periodistas más progresistas, es la mejor opción cuando se compara con Darth Vader, Lucifer, la malvada bruja del oeste y Cruella de Vil. Pero este es el partido conservador y no cabe destacar que acabe presidiendo el partido un loco que nombre secretario de estado al caballo que tiene en su finca de lujo a las afueras de Windsor.

También ha desaparecido de la escena Farage, que dice haber cumplido su misión. Que se sepa el tema aún debe aprobarse en el Parlamento, donde ni Conservadores ni Laboristas tienen líder y el partido nacionalista escocés tiene pocas ganas de aceptar la salida de la UE. La Unión de Escocia e Inglaterra tiene como condición que no haya cambios significativos en las relaciones internacionales del Reino Unido (controladas por el parlamento de Londres, por acuerdo) con el resto del mundo, y salir de la UE lo sería. Escocia podría salir del Reno Unido, y con ellos Irlanda del Norte, que podría unificarse con la República de Irlanda.

Los laboristas andan en una batalla por el control del partido del tipo que cabe esperar en un partido político de carácter latino. Jeremy Corbin tiene el apoyo de las bases, pero no el de los miembros del parlamento, que tienen sus ambiciones personales. Mientras a Corbin le dimiten colaboradores de todas partes, él se agarra a su sillón y las bases protestan a favor del líder que eligieron hace apenas 9 meses.

Mientras, en Europa, el señor Juncker sigue añadiendo gasolina al fuego y en lugar de ser diplomático e invitar al parlamento británico a considerar su postura se dedica a meter prisa al Reino Unido para que ejecute el articulo 50 y se vaya de una santa vez, obviando los intereses de 3 millones largos de ciudadanos de la UE que residimos en el Reino Unido.

En este clima político tan indeciso la situación económica empeora por la falta de confianza y por la aparición de especuladores. Y mientras unos y otros miran hacia otro lado dejan la casa sin barrer, a los ciudadanos europeos en el Reino Unido y los británicos en la UE en limbo y sin saber si alguien va a invocar el artículo 50 y que consecuencias tendría. El episodio de “Yo, Claudio” revisado por Monty Python se convierte en “Teléfono Rojo, volamos hacia Moscú” sin que nadie detenga la espiral de locura.

Un comentario en «El Brexit, desde Inglaterra»

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