Jarlinson, una moto.
Jarlinson, una moto.

La etapa, durísima, estaba pensada para un ataque encarnizado en el Grand Colombier, que daría paso a un descenso vertiginoso, con los favoritos divididos entre perseguidos y perseguidores, probablemente con el líder en problemas y el Tour patas arriba. Las diferencias, las que fueran, podían ampliarse o encogerse en la última y bellísima ascensión a los Lacets del Grand Colombier, donde en cada lazo, y a vista de pájaro, observaríamos la agónica batalla entre los mejores. La etapa, es obvio a estas horas, estaba pensada por un aficionado y no por un director deportivo.

Nadie atacó con grandeza en una jornada que era una constante invitación a las hazañas. Únicamente se dejó ver el Astana, pero de un modo excesivamente protocolario, llamando a la puerta. No es posible abordar a Froome sin haber minado antes a su equipo. Cualquier asalto al líder (y sería incierto) ha de plantear una pelea sin intermediarios. La lección es sencilla y debería estar aprendida porque Froome ya ha ganado dos Tours y el próximo domingo sumará el tercero.

Pero antes que reprochar al Astana su timidez habrá que señalar a Movistar, BMC o Trek por su inacción. Es cierto que Valverde se movió, pero lo suyo son relinchos de purasangre sin el respaldo de una estrategia colectiva. No es Valverde quien tiene que desgastar al Sky. Son los gregarios de la bicefalia los que deben destrozar la carrera desde el primer puerto, aun a riesgo de reventar a sus propios líderes. Ese precisamente es el problema: no se desea asumir riesgos dramáticos a pesar de que el ciclismo es drama. La realidad es que no se quiere poner en juego el podio que no se tiene, pero que se podría tener, por no mencionar la apasionante clasificación por equipos; Movistar ya es primero, bravo. Lo triste es que se corre por la calderilla, no por la gloria.

Es un crimen deportivo no aprovechar una etapa así en un domingo semejante y con una audiencia parecida. Quisiera pensar que los patrocinadores piensan lo mismo y que su opinión se irá imponiendo a los miedos de los directores de toda la vida. Incluso comercialmente importa más acariciar una proeza en La1 que pisar un podio en Teledeporte.

En Colombia, al menos, tuvieron el consuelo de la victoria de Jarlinson Pantano, un corredor que desciende montañas como las subía Lucho Herrera, descolgando a su sombra. Decir que el chico baja como una moto es un juego de palabras que no llega a chiste malo. Su padre le llamó Jarlinson por su afición a las Harley Davidson. El vallenato y el realismo mágico hicieron el resto.

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