Jon Izagirre, único triunfo español en un Tour de otros. AFP
Jon Izagirre, único triunfo español en un Tour de otros.

 

El futuro que se aproxima será así en los años buenos. De tanto en cuanto un español ganará una etapa del Tour y habrá que celebrarlo como un gran éxito. Hablaremos de “notable actuación colectiva” si además colocamos a un par de compatriotas entre los diez primeros y subiremos la nota si a todo ello conseguimos añadir la clasificación por equipos. Los podios serán preocupación de otros (británicos, holandeses, franceses) y a su disputa asistiremos con menos pasión pero con parecido entusiasmo. Cualquier aficionado que se precie tiene tantos pasaportes como Jason Bourne.

Los más viejos y los muy jóvenes se adaptarán mejor a la nueva época: unos por tener memoria y otros por carecer de ella. Será más difícil para aquellos que sólo han conocido el éxito, cuatro ganadores en los últimos once años y, desde entonces, sólo cuatro podios sin presencia española. Bien, pues se terminaron las rosas y se nos acabó el vino. Salvo que Mikel Landa incorpore algunos cambios en su vida (entre otros el cambio de equipo) no hay razones para imaginar veranos como aquellos.

Cuando ya no estén Purito, Valverde o Contador el objetivo ya no será el podio, sino la escapada. Habrá esperanza cuando en la fuga se meta un Izagirre o un Herrada, tal y como sucedió camino de Morzine y como ocurre no pocas veces. En cierto sentido asistiremos a una evolución de cilindrada porque pasaremos de la Moto 2 a la Moto 1, del grupo de favoritos a la ‘tete de la course’. De alguna manera hay que consolarse.

Jon Izagirre ha ganado la que es, probablemente, la primera etapa de un tiempo nuevo, al menos en lo que al Tour se refiere. Pese a ser un ciclista de nivel (etapa en el Giro, campeón nacional, Vuelta a Polonia), pocos seguidores le ponían cara, eclipsado por el brillo de la generación que ahora se apaga. Que nos disculpe, no volverá a pasar.

Antes de que se entreguen al Club de la Siesta les diré que en los años 80 salimos de una sequía similar y la cosecha que siguió fue tan formidable que todavía nos duran las sandías. Tengo la sensación de que toda Edad de Oro nace una del impulso de una frustración colectiva anterior y creo firmemente en la proporcionalidad del teorema: a más frustración, más éxito. Hasta que se agota el cultivo. Nuestra Selección de fútbol es un buen ejemplo.

Lo que trato de explicar (y me está costando) es que cuando más árido nos resulte el paisaje detrás de cualquier cactus surgirá un ciclista, seguramente de pelo rizado y sonrisa fotovoltaica, que antes de ser un campeón será un valiente. ¿Se imaginan?

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