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Siempre nos quedará Londres.

 

El siguiente texto, ya lo advierto, sólo será de utilidad para quien tenga niños, especialmente si no han cumplido los diez años (los niños) y para quien, al mismo tiempo, se encuentre planeando un viaje que, sin destino decidido, todavía podría ser a Londres. Asumo, por tanto, que el público objetivo es tan limitado que si esto fuera un teatro podría bastarme con una silla. Pese a todo, continuo.

Además, nunca se sabe por dónde pasean los editores aburridos, aquellos que te podrían encargar un serial, una colección de relatos muy bien pagados que me pondrían a la altura del Turista Accidental pero con familia numerosa. Ya está bien de que los consejos viajeros los ofrezcan atractivos mochileros del Lonely Planet sin más responsabilidad que cortarse las uñas de los pies. Urgen guías que señalen en rojo las calles peatonales, la ubicación de los mimos y la situación exacta de los cuartos de baño en cada calle. Allá voy, pues.

La primera inquietud, referidos concretamente a Londres, es encontrar un hotel que, para pagarlo, no exija vender la residencia habitual. La cadena Premier Inn presenta unas interesantísimas habitaciones familiares donde se pueden alojar cinco personas sin exámenes dentales para determinar la edad de los huéspedes. Que la recepción parezca un vídeo club es un inconveniente mínimo. Los hoteles están limpios y bien localizados (recomiendo los de London Eye y South Bank) y las tradicionales moquetas inglesas, mullidas y superabsorbentes, son un seguro de vida ante posibles derramamientos humanos o lácteos.

Borough Market. Lugar para pedir deseos o comérselos.
Borough Market. Lugar para pedir deseos o comérselos.

Para moverse por la ciudad aconsejo el autobús, sobre todo si la unidad familiar se acompaña de carritos u otros diabólicos instrumentos. Sólo pagan los adultos y lo pueden hacer con una tarjeta de crédito contactless. Más limpieza no cabe. Sentarse en el segundo piso de un bus rojo es la primera aventura del viaje, si es que antes no se ha tomado un taxi, fascinante diligencia que puede transportar los carros sin necesidad de plegarlos.

Dominada la logística, Londres no decepciona. Hay suficientes parques infantiles como para llenar de escalas los paseos sin que la infancia se declare en rebeldía. El parque dedicado a la Princesa Diana permite una excursión con incentivo por Hyde Park. Regents Park también dispone de suficientes estaciones de servicio con las que aliviar una incursión en Camden. El plato fuerte es tomar un barco que remonte el Támesis o un tren (desde Waterloo hasta Richmond) para visitar Hampton Court, residencia de Enrique VIII. Allí se levanta un palacio por el que pasaremos de puntillas (o no pasaremos) y unos jardines con laberinto incluido, representaciones de teatro y, atención, un parque infantil que parece salido de Charlie y la Fábrica de Chocolate. Si les dura el resuello tampoco deberían perderse unas pistas de tenis con más de quinientos años (yo, sin resuello, me las perdí).

Hampton, Inglaterra.
Praderas en Hampton. Sin balón, por desgracia.

Añadan, de vuelta al centro de Londres, una infinidad de espectáculos callejeros, la juguetería Hamleys, la residencia de los M&M’s o la tienda de Bubba Gump, bombones incluidos  Al final de la jornada, el Premier Inn les parecerá la casa de invitados de Buckinham Palace.

Lo sé. Es cansado viajar con niños (incluso con niñas), pero no hacerlo resulta más agotador todavía. Es mejor tener a un niño trepando por un león de Trafalgar Square que por una cortina del salón. Por no hablar, claro, del barniz cultural y de la cerveza de barril.

3 comentarios en «Londres para niños con padres»
  1. Good morning . España., en estos momentos de incertidumbre, necesita hombres como tú : tres críos y te vas a Londres. A ti, el valor no es que se te suponga, no, es que se te debería reconocer con una medalla. Y me alegro que encontrases cerveza apetecible. El colmo hubiese sido que también te hubiese gustado la comida. And for finish, you write like the angels. Change and cut.

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