Keukeleire, belga de inspiración vasca.
Keukeleire, belga de inspiración vasca.

 

No lo creerán, los forasteros pensarán que invento, pero hubo un tiempo en que la Vuelta a España no podía pisar el País Vasco, ni siquiera aproximarse con tranquilidad. Que le pregunten a los ciclistas que disputaron la edición de 1990 (la de Giovannetti), sacudida por el estallido de dos bombas colocadas por ETA en el recorrido de la etapa entre Logroño y Pamplona. Durante 33 años los trazados de la carrera esquivaron Euskadi sin que nadie se echara las manos a la cabeza, o se manifestara clamando sensatez. Y así sucedió hasta 2011, cuando la Vuelta regresó y se encontró las carreteras repletas de aficionados, juraría que celebramos poco aquella tarde.

Cinco años después ya no era noticia el regreso a Bilbao, ni la fiesta, ni las cunetas atestadas, tampoco lo espectacular del perfil. Sin embargo, conviene detenerse y hacer memoria, porque un lustro no es un siglo, aunque pueda dar la impresión de que hemos avanzado cien años.

 

Por lo demás toca señalar que ganó Keukeleire, que es lo más vasco que se puede encontrar entre los apellidos belgas. Venció al sprint, y casi fue el sprint lo más apacible de la jornada. Sky castigó los riñones del Movistar colocando a dos corredores en la escapada (Kennaugh y David López), lo que obligó al equipo del líder a un desgaste imprevisto.

Ya no hay dudas de que Froome ha decidido librar una guerra por tierra, mar y aire. No cejará hasta ganar la Vuelta. Lo mismo que Luis León no encontrará la paz hasta hacerse con la etapa que se le resiste. Observen. Escribí “guerra” y “paz” como palabras inocuas en un párrafo inocuo. Quizá sí hayamos avanzado cien años.

 

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