Relatos de deporte, cine, política y de lo que sea menester

Mes: octubre 2016

Deportivo Alavés-Real Madrid: el partido capturado

Pasen, vean y opinen.

Pasen, vean y opinen. Si pueden

 

Se pongan como se pongan, no hay partido, sólo polémica. Lo lamentarán especialmente Cristiano, Morata, Keylor y el Alavés de la primera mitad. A partir de este momento, prescindiremos de lo ocurrido y congelaremos el encuentro en el minuto 15, cuando Deyverson despejó con el brazo o con la cabeza un lanzamiento directo de Bale. El árbitro vio penalti y las cámaras de televisión, a la espera de la película de Zapruder, no han podido aclararlo. Hay quien observa perfectamente el impacto en el antebrazo y hay quien distingue sin género de dudas el golpeo en el parietal. No faltan quienes analizan la violencia del rechace (rechazo según la romántica Fundéu) para concluir científicamente que fue mano o cabeza, penalti o robo.

Según pasen los días, y hasta que el próximo partido nos aplaque los ánimos, seguiremos escrutando la imagen, en busca del monstruo del Lago Ness y del segundo tirador en Dallas. No nos pondremos de acuerdo y hasta es probable que se abra otra vía de discusión, la que planteó el alavesista Alexis, nada más finalizar el encuentro, en los micrófonos de BeIn Sport: “Da igual. Lo que está claro es que en el área del Madrid no se hubiera pitado nada”.

Los niños del Real Madrid se divierten a costa de la Cultural

Kroos y Morata, en un momento del partido de ayer.

Kroos y Morata, en un momento del partido de ayer.

 

La aclaración sobra, pero la haremos igualmente: de lo que sucedió en León no se pueden extraer conclusiones relevantes, ni para el Real Madrid ni para la Cultural Leonesa. A la enorme diferencia de recursos se sumó, en los primeros minutos, una suerte muy desigual. Van a tener razón quienes sospechan que la buena fortuna es una rubia platino a la que le gustan los millonarios. Lo pudieron comprobar los aficionados leoneses: gol en propia puerta a los seis minutos y lesión del capitán local muy poco después. Añadan la ansiedad consiguiente y la falta de acierto. Sólo faltó un rayo sobre el portero de la Cultural. A cambio le cayeron siete goles.

Constatados los atenuantes, la exhibición atacante del Real Madrid no deber ser pasada por alto. No asistimos a una anodina sucesión de goles, sino a un juego excepcional por lo dinámico de los movimientos. Hacer coincidir sobre el campo a futbolistas como Isco, James o Asensio, de posiciones intercambiables, provoca lo que podríamos denominar un efecto enjambre, similar en cierto sentido al que generaba la proliferación de bajitos jugones en la Selección del tiqui-taca.

El Madrid, contra el espejo y contra las matemáticas

Narciso, gran jugador.

Narciso, gran jugador.

 

Son matemáticas, o lo más parecido que se me ocurre. Cualquier entrenador que incluya a tres delanteros de vocación y talento absolutamente ofensivos, compromete su esquema. El único modo de equilibrar un planteamiento semejante es con tres centrocampistas puros y competentes, tres tipos adiestrados en el corte y en la confección. La otra opción es convencer a los famosos delanteros para que se impliquen en tareas defensivas, cosa que sólo harán en partidos especiales, contra rivales de tronío o después de rachas penosas. Nada estimula tanto a un futbolista como la venganza.

Como sus señorías saben poco de historia, el Athletic no proporcionó la inspiración suficiente. El resultado es que los delanteros no bajaron, más preocupados en sus números que en leer el partido, ya saben que los jóvenes cada vez leen menos, o nada. En el mediocampo, entretanto, Kroos era el único experto en el puesto, más por origen que por crianza; es de conocimiento público que el alemán comenzó como mediapunta. A su lado se encontraban futbolistas que se han reciclado peor, como Kovacic e Isco. No tengo duda de que le pusieron la mejor voluntad y, en bastantes ocasiones, notable acierto. Sin embargo, ninguno tiene interiorizadas las exigencias del puesto, la ocupación del campo o el sentido del ritmo.

El secreto

Edward Hopper.

Edward Hopper y sus pinturas inquietantes.

 

Para Álvaro, Leire & el pequeño Ignacio,

 con aprecio.

 

 “No confíes tu secreto ni al más íntimo amigo;

no podrías pedirle discreción si tú mismo no la has tenido”.

Ludwig van Beethoven.

 

Por Diego Alonso

Apenas había dormido bien desde la mañana en que se lo habían comunicado, como mes y medio o dos meses atrás. Cada noche, a la hora de acostarse, cuando sentía el jadeo entrecortado de ella crujiendo bajo las sábanas, se sumía en una vigilia de ojos abiertos y boca reseca que lo mantenía sobre el edredón sin conciliar el sueño, como un sonámbulo, hasta las primeras luces del amanecer. El corazón le golpeaba con fuerza y de las sienes le brotaban pequeñas gotas de sudor. Los tres dedos de whisky nunca resultaban suficientes. Y no podía echar mano de los tranquilizantes, pues, cada vez que la idea se le pasaba por la cabeza, una trémula voz interior, pequeña y débil como el timbre de una campanilla, le susurraba al oído que aquello era demasiado peligroso.

Se preguntó si albergaba alguna sospecha. No lo parecía, desde luego, pues seguía comportándose igual que siempre. El mismo tono de voz, la misma mirada cariñosa, las mismas caricias.  Sin embargo, él sí se notaba a sí mismo diferente, cambiado. Ahora se precipitaba mucho al tomar las decisiones, se irritaba con frecuencia, perdía el control de los nervios. Ella permanecía inalterable, monolítica, impasible. ¿Intuiría algo?

Polonia en el Bernabéu

Josefa Cotillo Martínez, polaca de Lavapiés.

Josefa Cotillo Martínez, polaca de Lavapiés.

 

Polonia, para aquellos que sabemos poco de Polonia, es un país maltratado por la historia, ubicado en el peor lugar durante los peores momentos, renacido con la lucha que abanderó Walesa y que promocionó durante el Mundial 82 una pancarta que rezaba (nunca mejor dicho) “Solidarnosc”. Polonia, para quienes sabemos poco, es una evocación eminentemente positiva (la zurda de Boniek y el cine de Polanski), aunque la única polaca que hemos conocido (“La Polaca”) fuera una bailaora nacida en Lavapiés.

Que los ultras del Legia se cuenten entre los más violentos de Europa llama mucho la atención a quienes sabemos poco de Polonia. Tal vez pensábamos, sin meditarlo mucho, que por allí los jóvenes andarían tocando el violín y que podríamos recibir al Legia y a sus aficionados con los brazos abiertos, simpáticos violinistas rubios con novias bailaoras de flamenco. Pues no. Los hinchas del Legia muerden y, como sucede con los perros, no conviene preguntarles por qué lo hacen. Lo único cierto es que el equipo de fútbol lleva en el pecho una gran letra L porque todavía está en prácticas.

El final de la siesta

Así es el Madrid. Nació enseñado.

Así es el Madrid. Nació enseñado.

 

El Real Madrid no necesita un estratega en el banquillo. Necesita un motivador de largo recorrido, un entrenador que sea respetado y que favorezca la convivencia del grupo, que aminore la presión del entorno y que alivie la frustración de los que juegan menos. Ancelotti, si recurrimos al modelo convencional. O Zidane, si apostamos por una vieja gloria del club. No es casualidad que ambos ganaran la Copa de Europa. No es coincidencia que sucedieran a Del Bosque.

A un equipo como el Real Madrid hay que pedirle que las siestas no le cuesten títulos. Porque es inútil prohibir las siestas. El Real Madrid no puede tener el ansia de los más necesitados, ni la rabia de los vengadores. Tampoco le podemos exigir la férrea disciplina de los equipos militarizados. Si son madridistas y quieren eso deben cambiarse de equipo; tendrán donde elegir.

El Bar Norte

El Norte y el gato. Sin nosotros.

El Norte y el gato. Sin nosotros.

 

El Bar Norte lo tenía todo: una máquina de marcianitos y un rincón patrocinado por Schweppes, algo así como un reservado que era cedido amablemente a quien entraba en predispuesta compañía. El Bar Norte disponía de un baño turco donde se meaba como mirando al océano y, en ocasiones, sobre el océano mismo. El Bar Norte tenía capacidad para un fin de semana entero y una juventud a trozos. Allí aprendí todo lo que sé sobre submarinos y batiscafos, sobre penúltimos y últimos que serán los primeros. Siempre pensé que había demasiados espejos hasta que entendí que eran retrovisores. El Bar Norte tenía, entre sus infinitas ventajas, una fundamental: podía regresar a mi casa rodando y juraría que más de una noche hice diana.

En el Bar Norte me rompieron la nariz y el corazón, pero en cada caso volví con los remiendos correspondientes. Entre sus cuatro paredes (no más) me bebí mi primera cerveza y buena parte de las siguientes. Compartir el mini era una forma de hermandad y un desafío permanente a las enfermedades contagiosas. Aún recuerdo la galantería con la que el grupo recibía a las novias debutantes, los guiños y el parapeto, el uno para todos y el todos para una. Jugábamos en casa y dormíamos fuera.

El Bar Norte existe todavía y es un crimen contra la nostalgia que no hayamos organizado una colecta para reflotarlo o para abrirlo en fiestas. No sólo nos hemos abandonado a nosotros mismos. Hemos desatendido a la chica de Schweppes y a todos los jóvenes que se habrán bebido caliente su primera cerveza. Porque si algo se servía en El Norte más ordenadamente que los minis eran los relevos generacionales.

Cada vez que paso por allí, y no paso demasiado, imagino cuánto daría por entrar y por que al encender las luces se iluminara todo tal y como era, Antonio detrás de la barra, los amigos en la misma esquina y el océano entero para mear.

No provoquen

Cosas que es mejor no hacer por si acaso.

Cosas que es mejor no hacer por si acaso.

 

Dos hechos ajenos al fútbol decidieron el empate entre el Real Madrid y el Eibar. El primero fue una invocación demoniaca. La hizo Danilo al asegurar que el Eibar pagaría los platos rotos del empate contra el Borussia Dortmund. Aquella frase, pronunciada como una sentencia firme y no como un deseo, anuló de inmediato las posibilidades de una victoria madridista. Ni siquiera a los negacionistas de lo sobrenatural se les ocurre convocar a Satanás delante de un espejo y a la luz de una vela.

El otro factor determinante tampoco admite explicaciones científicas. Hablamos de la baza que reserva la vida a los amantes rechazados. El fútbol es estrictamente cumplidor en este aspecto. Tenía que llegar el día en que Pedro León hiciera exhibición de sus condiciones en el Bernabéu, y vestido de azulgrana para más escarnio. Pases, recortes, tiros; un sinfín de movimientos ejecutados con la elegancia de los que no jadean.

No hacen falta más lecturas. En comparación con fuerzas tan poderosas, las ausencias de Modric y Casemiro deben considerarse un elemento secundario. Tampoco es determinante que el Eibar sea un equipo bien entrenado y equilibrado al milímetro. Lo anterior importaría en un partido sin espíritus donde el balón pudiera circular con libertad. Pero no fue el caso.

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