Así es el Madrid. Nació enseñado.
Así es el Madrid. Nació enseñado.

 

El Real Madrid no necesita un estratega en el banquillo. Necesita un motivador de largo recorrido, un entrenador que sea respetado y que favorezca la convivencia del grupo, que aminore la presión del entorno y que alivie la frustración de los que juegan menos. Ancelotti, si recurrimos al modelo convencional. O Zidane, si apostamos por una vieja gloria del club. No es casualidad que ambos ganaran la Copa de Europa. No es coincidencia que sucedieran a Del Bosque.

A un equipo como el Real Madrid hay que pedirle que las siestas no le cuesten títulos. Porque es inútil prohibir las siestas. El Real Madrid no puede tener el ansia de los más necesitados, ni la rabia de los vengadores. Tampoco le podemos exigir la férrea disciplina de los equipos militarizados. Si son madridistas y quieren eso deben cambiarse de equipo; tendrán donde elegir.

Decía Bielsa en una conferencia reciente sobre la complejidad del juego que jugadores como Messi nacen con todas las lecciones aprendidas. Vale lo mismo para la mayoría de los futbolistas del Real Madrid. No se trata de enseñarles a jugar, porque ya saben, sino de agitarlos convenientemente.

Cuando la motivación es general podemos asistir a espectáculos tan extraordinarios como la primera parte del Real Madrid ante el Betis. Desde el primer instante se observó que el equipo no se conformaría con la victoria. Daba la impresión de querer remontar cuatro partidos empatados. Y desde luego que los remontó. Si un equipo ‘rico’ saca brillo a las virtudes de los ‘pobres’ (presión alta, anticipación, despliegue y repliegue) se convierte en un competidor inabordable.

El gol de Varane a los tres minutos es un indicador de la velocidad y del interés del depredador. El de Benzema castigó (cruelmente) el empeño de Joaquín por tirar de su equipo, incluso desde posiciones que no le son propias. El tercero lo consiguió Marcelo en fuera de juego y el cuarto fue una maravilla de implicación colectiva y fútbol total. Los jugadores del Madrid eran como ciclistas de una carrera de Madison, esa prueba en pista en la que los corredores se impulsan en un compañero para ganar más velocidad. Pepe disparó la contra y, aunque pudo culminarla en el área contraria, prefirió asistir a Isco.

El Betis salvó el honor cuando Cejudo añadió talento a las únicas luces de Joaquín y Rubén Castro. El gol premiaba esa minoritaria resistencia. El quinto, pese a todo, no tardó en llegar. Isco se reinvindicó como lo que es: un futbolista genial que dejaría de serlo si tuviera la regularidad de los centrocampistas esforzados. No pidamos imposibles, no queramos que Dylan también escriba Guerra y Paz.

Cristiano, por fin, marcó el gol que evitará que aparezca cabizbajo en las fotos del triunfo. Créanme. No fue una resurrección. El Madrid se levantó de la siesta y se despertó con hambre.

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