Relatos de deporte, cine, política y de lo que sea menester

Mes: diciembre 2016

El Belén viviente de Buitrago del Lozoya o la vida entonces

Parecen congelados y, en ocasiones, lo están.

Belén viviente de Buitrago del Lozoya: parecen congelados y, en ocasiones, lo están.

 

Admirables los pueblos de España que conservan sus tradiciones o cuidan las recién inventadas. Admirables sus gentes, capaces de unirse en torno a una actividad común en los tiempos que corren. Admirables y admirables. Si no quieren seguir leyendo, quédense con lo anterior y tengan una Feliz Navidad.

En caso de proseguir han de saber que hasta la celebración más entrañable es susceptible de convertirse en una pesadilla. Pongámonos en el lugar de un visitante que parte de Madrid hacia Buitrago del Lozoya, hermosa localidad en el extremo Norte de la Comunidad, dotada con una soberbia muralla árabe y donde residió, nada menos, que el peluquero de Picasso, don Eugenio, al que el artista, en un acto de sincera generosidad (recuerden que era calvo), donó sesenta obras que se exhiben en un museo dedicado a tal fin. Si no desean seguir leyendo, quédense con lo anterior, que ya no es poco, y tengan un próspero Año Nuevo.

La copa y los gases

No nos equivoquemos. Mazinger era el Madrid.

No nos equivoquemos. Mazinger era el Madrid.

 

Hay dos tipos de madridistas en desigual proporción: los que a estas horas se sienten campeones del mundo y los que sienten que han ganado en la prórroga al Kashima Antlers. Los primeros sólo se verán satisfechos con una crónica épica y ligeramente vengativa. En este caso se trataría de desarrollar una idea común (toma, toma y toma) con la que responder a las mofas escuchadas, leídas o imaginadas durante el partido. Para ello, después de algunos bramidos raciales, habría que recordar los títulos del Real Madrid en esta competición y en las otras, repasar los goles de Cristiano con intención de fumigar a los críticos y preguntar irónicamente por los ausentes. Si me lo permiten, renunciaré a esa crónica; ya la escribirán otros.

Benzema y el teatro del absurdo

El vídeo arbitraje es una gran chapuza: al peligro natural inherente a cualquier árbitro, se suma el peligro acumulado de media docena. No hay manera de resolver la subjetividad, si es lo que se pretendía. Tampoco hay forma de agilizar el proceso. Todo se llena de una confusión casi cómica cuando el árbitro recibe el chivatazo por el auricular y corre a consultar el monitor instalado en la banda. Así terminó el partido entre el Real Madrid y el América, sin que supiéramos si el gol de Cristiano era legal, ilegal o telegénico. Finalmente, después de mucho sonrojo, subió al marcador.

Anécdotas al margen, el Real Madrid venció al América porque no cabía otra posibilidad. Apenas encontró trampas por el camino. Observó, eso sí, que necesitaría correr más de lo previsto. No tardó en advertir que se enfrentaba a un equipo orgulloso, rápido en el contragolpe, bien dotado físicamente (entiéndanme) y mortalmente expuesto en la salida del balón. Doblegar esa resistencia sería una cuestión de tiempo. Concretamente, 46 minutos, gol de Benzema.

Hasta las pelotas

El halcón maltés. Perdón: el Balón de Oro.

El halcón maltés. Perdón: el Balón de Oro.

Respeto si a ustedes les excita: no está el mundo para ir renunciando a motivos para la excitación. Si lo consideran como un reconocimiento que les toca, enhorabuena por sentirse tocados. Si lo entienden como un título que se transmite del futbolista al club, felicidades por su imaginación. No interferiré en su felicidad, hasta es posible que la envidie.

Yo, en cambio, estoy hasta las pelotas del Balón de Oro. Seré más concreto: estoy harto del ruido alrededor, de la discusión inútil, del babeo mediático y de las reivindicaciones infantiles. Me revienta esa prolongación del Clásico jugada por húmedos aduladores. Aquí cada uno defiende a su equipo y, en consecuencia, a su jugador. Por cierto, el ego insoportable de las estrellas del fútbol se construye, en gran medida, en tardes como esta. Todos rendidos y subyugados. No las busquen en el atlas: nosotros somos las islas vírgenes.

La ouija del Bernabéu

Sergio Ramos, antes de rematar el córner.

Sergio Ramos, antes de rematar el córner.

 

Distinguiré tres factores de la misma relevancia. En primer lugar, Sergio Ramos, actor fundamental. Para marcar repetidamente goles cuando se ha superado el tiempo reglamentario hay que tener una confianza desbordante en uno mismo y una desconfianza igualmente desbordante en las leyes de la probabilidad. También hay que ser descarado, gustarse intensamente y tener la musculatura bien tonificada. Usted o yo, que somos gente racional y grisácea, hubiéramos descartado el enésimo milagro por puro pudor. Hay quien se retira con las ganancias de la primera mano y hay quien no se retira nunca.

Beautiful Dortmund

Hutton, con el Madrid. Portman, con el Borussia.

Hutton, con el Madrid. Portman, con el Borussia.

 

El Borussia Dortmund es la niña de Beautiful Girls. Me ayudará si han visto la película, pero tampoco es requisito imprescindible. En la reunión de un grupo de cuarentones aparece la interferencia, leve pero significativa, de una chica de quince años, ni uno más y probablemente alguno menos. Si digo que el flirteo del protagonista resulta elegante es porque no es ilegal. Creo recordar que ambos quedan en encontrarse al cabo de cuatro años, o de cinco, convencidos de que no se encontrarán nunca.

Cuando señalo que el Dortmund se parece a la niña de Beautiful Girls no me refiero sólo al atractivo de la juventud recién desenvuelta, sino a que temo que no volvamos a encontrarnos nunca. Sería un milagro que dentro de cuatro o cinco años, cuando se complete el proceso de maduración del equipo, las estrellas del Borussia sigan donde están. Lo más probable es que Weigl, su maravilloso mediocentro de 21 años, acabe fichando por el Bayern de Múnich, este verano o el siguiente. El deslumbrante Démbelé (19) ya habrá excitado la imaginación del PSG y es fácil que cualquier equipo inglés contrate al centelleante Aubameyang. Hasta Reus, el último de Filipinas, abandonará cualquier día la fortaleza, harto de no ganar lo que merece.

De manera que será esta temporada o no será jamás, y el jamás está, en este caso, más cerca que el 2017. Resultaría un milagro que un equipo tan ofensivo y tan expuesto no recibiera la puñalada de algún rival con oficio y barba espesa. El Real Madrid, en el fondo, es el adversario ideal para el Dortmund porque cede el campo que ellos buscan para correr. No dudo en el talento de los chicos de amarillo para dejar a algún ilustre por el camino, pero los siete partidos que conducen al título son un laberinto si viajas sin planos.

Sobre el Madrid no hay mucho más que añadir, salvo que el viento le sigue los pasos. En principio, el empate despeja su horizonte en octavos. Zidane salva su racha, James limpia su nombre y Benzema enseña el colmillo. Lo dijo Drazen Petrovic: cuanto más entreno, más suerte tengo.

Caperucita y dos lobos

Varane y Luis Suárez, en la jugada del gol.

Quién se come a quién, esa es la cuestión.

 

Sólo dos futbolistas imaginaron el Clásico. En primera instancia, Luis Suárez. La debilidad de un defensa, un mordisco sin dientes y un gol decisivo. Algo así puede ocurrir sin conexión con el entorno y así sucedió. A Sergio Ramos la imaginación siempre le traslada al último minuto, por pura costumbre o por abrir la puerta grande, quizá porque no hay placer más arrebatado. Gol de cabeza, naturalmente. Si el partido no le pertenece a nadie más es porque nadie tuvo el valor de imaginarlo.

Buena parte de la tarde la pasamos discutiendo sobre penaltis opinables, medios penaltis y tres cuartos de pena máxima pero cortada muy fina. Medimos la intensidad de las cargas, el despliegue de los brazos y la opinión mayoritaria es que el árbitro, el muy malandrín, se había equivocado gravemente por no pitar tres o cuatro penales en el área del Madrid y otros tantos en el del Barcelona. No duden que, de haberlos señalado todos, ahora estaríamos reclamando su ingreso en la institución psiquiátrica Green Manors.

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