Las películas de extraterrestres, y ruego que acepten una clasificación tan simple, tienen un problema fundamental: los propios extraterrestres. En cuanto aparecen en la pantalla, la historia se agrieta dramáticamente. Hay contadísimas excepciones. Spielberg nos mostró en ET lo que podríamos denominar como un marciano arquetípico: enano, tirando verde y con cierto sentido del humor. Nunca hubiera funcionado como amenaza, pero funcionó como peluche. El problema sobreviene con los alienígenas que no sonríen. La experiencia nos dicta que la mejor manera de mostrar a un extraterrestre inquietante es ocultarlo. Lo pudimos comprobar en Alien. La tensión es máxima cuando el visitante se insinúa, pero, al igual que sucede en otras muestras del género, decae cuando descubrimos que tiene aspecto de mantis religiosa, de lamprea o de pez abisal. Esa burda asociación del marciano con un bicho repugnante ofende a la imaginación además de a los propios marcianos.
La llegada es una película muy seria y ha sido rodada con esa vocación. En toda ella se percibe una solemnidad que apunta a alturas que nos harían sentir vértigo si no fuera por el aspecto de los forasteros. Podremos discutir sobre los valores del largometraje, sobre el metatexto y las líneas del tiempo, pero al final coincidiremos, irremediablemente, en que falla en los marcianos. En el momento de la revelación visual, el espectador no siente la congoja que debería provocar el encuentro con los extraterrestres. El impulso es mucho más prosaico: echarles pimentón.
Tampoco ayuda el permanente deseo de ser profundo. Tanto misticismo no favorece a la adorable Amy Adams (para siempre Giselle) y dudo que favorezca a alguien. Forrest Whitaker no ni es la mitad de sí mismo y en este caso ya hablamos de un crimen de lesa humanidad. Y poco cabe decir del papel inane de Jeremy Renner. Denis Villeneuve, director aclamado por Prisioneros (soberbia) y Sicario (notable), retrocede en su carrera por querer alargar la zancada. Un claro ejemplo de humano abducido por los extraterrestres.
Esta es la sociedad del siglo XXI, donde La La Land es una obra maestra y Arrival una película sobre pulpos. Así se piensa (y así se vota) en este mundo de gominola y trending topics al que nos dirigimos como corderos…
Totalmente de acuerdo con Cornapecha. La La Land no deja de ser una película notable, sin más. Arrival para mí fue un tostón infumable, aunque la crítica la pusiera por las nubes. La mejor película que he visto en el 2016 fue, sin duda, TARDE PARA LA IRA. Quién me iba a decir a mí que una película española iba a ser de lo poco salvable en las salas de cine en los últimos años.