Parece un cómic de Hazañas Bélicas, pero no lo es. Lástima.
Parece un cómic de Hazañas Bélicas, pero no lo es. Lástima.

 

Los aficionados al cine bélico le pedimos poco a las películas del género, especialmente si se desarrollan durante la Segunda Guerra Mundial. Ignoro el motivo, al menos el motivo general. En mi caso, reconozco la influencia de El día más largo (1962), La Batalla de Anzio (1968), Los violentos de Kelly (1970) o La Batalla de Midway (1976), por no entrar en el apasionante subgénero de los campos de concentración, lo que nos llevaría a El puente sobre el Kwai (1957), Traidor en el infierno (1953) o La gran evasión (1963). En cada caso me importó poco si los protagonistas de aquellas películas habían existido antes de que yo los hiciera existir y perdurar.

Después de dos horas largas, Hasta el último hombre baja el telón con una insistencia excesiva: lo que han visto está basado en hechos reales. Incluso se muestran fotografías del auténtico soldado Desmond Doss, por si quedaran dudas al respecto. Mucho me temo que hasta el propio Mel Gibson se dio cuenta del problema: la suya no es una película heroica, aunque cuente la historia de un héroe. Y desde ese punto de vista, se le escapa el caballo. El cine no ejerce en este caso como amplificador de la hazaña, sino como suavizante Mimosín.

No pretendo desanimar a nadie; el resultado final es aceptablemente entretenido. Pero sólo eso. No esperen el Soldado Ryan, ni siquiera en el rodaje de las escenas de acción. Quien ha osado comparar el Desembarco de Spielberg con el asalto al Hacksaw Ridge merece, cuando menos, un consejo de guerra.

Tal vez los primeros pasos en falso se dieron durante el casting.  La elección de Andrew Garfield es dudosa, casi siempre lo es. Funciona como mozalbete enamorado, pero su interpretación no evoluciona ni aunque le pase una guerra por encima. Lo de Vince Vaughn está más claro. Su apuesta como sargento chusquero es un patinazo en toda regla. Así lo entenderán todos los que admiren su humor machista y zafio (yo mismo), forjado en decenas de películas que resulta imposible pasar por alto (De boda en boda, los becarios…). Ni siquiera el perverso Vaughn de True Detective 2 conseguía convencernos totalmente de su maldad por más arterias que seccionara. Supongo que un actor blando y un sargento bromista no son precisamente un buen comienzo.

Teresa Palmer, apunten el nombre. El teléfono no lo tengo.
Teresa Palmer, apunten el nombre. El teléfono no lo tengo.

Existe, sin embargo, otro aliciente para ver Hasta el último hombre. Se trata de una mujer, la actriz australiana Teresa Palmer. Además de saturar de luz las escenas en las que interviene, le da sentido a la hazaña del imberbe Garfield: volver.

 

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