Warren Beatty, en el papelón de su vida.
Warren Beatty, en el papelón de su vida.

 

En la premiada película documental OJ: Made in America se encuentra la explicación de lo que sucedió en la última edición de los Oscars, y no me refiero al baile de sobres y al consiguiente bochorno, sino a la inesperada victoria de Moonlight. En el citado documental se indaga con una profundidad nunca vista en el caso de OJ Simpson y en su sentencia absolutoria. Simpson, al que todas las pruebas señalaban como culpable de un doble asesinato, se benefició de lo que se denominó como la “carta racial”, un recurso hábilmente utilizado por un equipo de abogados dirigido por Johnnie Cochran, líder negro de los derechos civiles.

La defensa atacó la credibilidad de la acusación señalando a uno de los detectives que participó en la investigación, con expedientes abiertos por actitudes racistas. Aquello no era nada infrecuente entre la policía blanca de Los Angeles. El antecedente más cercano era el del taxista Rodney King, cuya brutal agresión fue grabada por un testigo y reproducida por todas las televisiones del mundo. Cuatro policías fueron llevados a juicio por la paliza y declarados inocentes de todos los cargos. Ese fue el origen de la ola de violencia que sacudió LA en 1992 (55 muertos y dos mil heridos).

Es obvio que Rodney King estuvo presente en el juicio a OJ Simpson y en la sentencia posterior. Sin entrar en las particularidades del juicio y del jurado (les remito al documental, que es fabuloso), se puede concluir que con la absolución se quiso subsanar un agravio anterior (y muchos otros en el pasado), aun a costa de dejar libre a un asesino.

Si el racismo genera un permanente sentimiento de culpabilidad en la sociedad estadounidense es porque el racismo existe. Este mismo verano, el debate nacional giró en torno a la actitud del jugador de fútbol americano Colin Kaepernick, que decidió no levantarse al escuchar el himno americano (y suena antes de todos los partidos) en protesta por la opresión a los negros y a las minorías étnicas. Otros deportistas le siguieron y otros le acusaron de ofender a la bandera y al Ejército. Simplemente quiero incidir en que la cuestión racial late constantemente en el corazón del país, como se ha podido comprobar con el Gabinete Trump.

Cuando hace un año se acusó a Hollywood y a los Oscars de discriminación racial se activó un proceso de redención que culminó en la siguiente nominación y en la posterior ceremonia. Tres de las candidatas a mejor película contaban con un reparto eminentemente negro (Moonlight y Fences) o de protagonistas negros en rebelión contra la intolerancia de los blancos (Figuras Ocultas). El último acto de la redención ha sido la victoria contra pronóstico de Moonlight, sin duda el trabajo más comprometido con las minorías. Anoche, Hollywood durmió tranquilo.

Que nadie piense en órdenes de un ser superior o en groseras manipulaciones; estas cosas suelen ser más íntimas. Es la conciencia particular la que se integra en la conciencia de un colectivo que quiere limpiar su imagen porque sabe que está sucia. No es un tongo. Es un pequeño empujón. Que el equipo La La Land ocupara el escenario para ser desalojado después es una broma del destino, conocido históricamente por su humor negro, dicho sea sin más sarcasmo del necesario.

4 comentarios en «Oscars 2017: la carta racial»
  1. Gran artículo. Hace un par de días, en un tuit, me comentabas lo de la carta racial respecto a las nominaciones de varias películas con marcado acento afroamericano.
    Y hoy con Moonlight premiada como mejor película le pones la guinda. Bravo

  2. En los Oscars influyen mucho los «meritos ocultos», que son aquellos que no tienen que ver con la calidad de la propia película en sí.

    Es algo así como lo que pasa en Eurovisión, que los expertos pueden saber los puntos otorgados por el resto de países antes de los votos.

    Demasiada corrección política a mi entender.

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