#Sub21 ¡FINAL en la Nueva Condomina! Exhibición de juego ante un estadio entregado ¡25.632 personas en las gradas! GRACIAS MURCIA. 🇪🇸 3-1 🇩🇰 pic.twitter.com/CH1rfNdAtW
— Selección Española (@SeFutbol) March 23, 2017
En la primera aproximación a la Selección Sub-21 pueden rondar los prejuicios habituales: chicos por hacer y talentos por contrastar. O dicho de otro modo, sírvanme el plato cuando esté cocinado. Craso error. Las categorías inferiores, y concretamente la Sub-21, nos presentan la personalidad de generaciones de futbolistas que no siempre pueden expresarse en el fútbol de élite por falta de minutos o de paciencia. No estamos hablando de abrir la tapa de la cazuela para ver que se cuece. Hablamos de algo tan maravilloso como observar a los talentos en libertad sin la angustia que contagian los adultos. No se trata de intuir lo que estos muchachos pueden llegar a ser, sino de disfrutar de lo que son ahora. La edad no mejora, suele estropear.
En Murcia estas cosas las tienen más claras. Así se deduce por la magnífica entrada que registró La Nueva Condomina y por el entusiasmo del público, que, aun antes del bocadillo (de michirones o zarangollo), escenificó el gesto que identifica la felicidad popular: la ola.
Lo cierto es que había razones para la alegría. Aunque Celades reservó de inicio a Bellerín, Saúl, Denis o Williams (el lunes nos espera Italia en Roma), el once que saltó al campo contenía suficientes dosis de ingenio e imaginación. No puede ser de otra manera en un equipo que hace coincidir a Yeray, Gayá, Ceballos, Asensio, Odriozola y si sigo citando nombres acabaré por dar la alineación entera.
Con semejante reunión de futbolistas la diversión está asegurada, poco importa que enfrente aparezca una selección como la danesa, invicta en los últimos dos años y tan seria como un notario de provincias. Sus poderes quedaron claros a los once minutos, cuando los daneses contestaron con un gol a las filigranas españolas. Lo marcó Hjulsager, futbolista del Celta, en fulminante combinación con Christensen, jugador del Burton Albion, de la Championship inglesa.
El golpe sirvió para medir la calidad del mentón español. Excelente, a tenor de la reacción posterior. La Selección prosiguió con su discurso, aunque aceleró el ritmo. Tal cosa es fundamental para abordar a enemigos que, como Dinamarca, lo soportan todo menos la improvisación. Para mentalidades tan ordenadas, el revoloteo de Ceballos, Asensio u Odriozola plantea problemas irresolubles. Por no mencionar las subidas de Gayá, auténticos actos de libertinaje.
España empató gracias a un cabezazo de Milkel Merino, que es el tipo de centrocampista que, algún día, hará saltar la banca en la Premier. En los mejores momentos de España, Dinamarca se sostuvo gracias a su portero, Hojbjerg, un chico supervitaminado y mineralizado, heredero de una escuela de rancio abolengo. En esos instantes, el mejor futbolista danés, Andersen (zurda y melenita), estuvo a punto de pedir asilo en Murcia.
La fortaleza física de los daneses les concedió un segundo aire después del descanso y Celades optó por sacar a los tanques: Jonny, Saúl, Denis Suárez y Williams entraron al campo y España le añadió varios afeitados a su talento natural. La consecuencia inmediata es que la Selección se puso por delante gracias a un cabezazo de Saúl, que tiene los 22 años más cuajados del fútbol occidental. El tercero lo hizo Denis Suárez, otro licenciado, a pase de Odriozola, puro lateral mediterráneo nacido en San Sebastián.
Si sentimos algún sofoco (pocos) fue porque esto era un partido amistoso y porque la preparación para el Europeo de Polonia (16-30 de junio) no ha hecho más que empezar. Sin embargo, y sin poder asegurar el título (andaremos cerca), es posible afirmar sin género de dudas que lo vamos a pasar muy bien, ola incluida y zarangollos a elección.
El bocadillo de zarangollo, debe ser la hostia, no se me había ocurrido.
Gracias por la idea, y por tus artículos, of course.