Tarjeta roja. Bang. Hágase a un lado que me enfocan a mí.

 

Pensaba comenzar escribiendo que todo transcurría con placidez hasta que el árbitro expulsó a Iago Aspas, pero es mentira. Una población considerable de espectadores, debo suponer que madridistas, se sentían ofendidos por la ferocidad del Celta, como si lo educado hubiera sido una moderada apatía, presión mínima y renuncia a disputar los balones divididos. En vez de valorar la capacidad del Real Madrid para sobreponerse al fervor de su adversario (con cierta facilidad, además), ese número indeterminado de seguidores se concentró en el sospechoso interés del Celta por ganar el partido.

Es triste, aunque no es nuevo. Hay una paranoia instalada en el mejor club del mundo que no han curado la Undécima y temo que tampoco aplaque la Duodécima, ni el doblete. Un mal día, desde dentro del club alguien gritó “nos persiguen” y una parte de la afición corrió despavorida. Todavía corre. El resultado es que para ser madridista hay que pasar los mismos controles que en un aeropuerto y el libre pensamiento pita bajo el arco.

Vuelvo al partido, o eso quisiera. El problema es que el árbitro se me cuela entre los argumentos. Me pregunto en qué estaría pensando cuando expulsó a Iago Aspas. Hay que saber muy poco de fútbol y de física para considerar piscinazo un derribo con contacto. Hay que ser muy atrevido, o asaz inconsciente, para castigar una acción tan confusa con una segunda tarjeta amarilla. En líneas generales, podríamos decir que hay que tener muchas ganas de pitar, o de hacerse notar, o de saludar a la tía Pili, que nos estará mirando. Ni entiendo la osadía ni comprendo el pánico posterior. Si la vocación es dinamitera hay que hacer que todo salte por los aires. No vale incendiar el bosque y mear luego para apagarlo.

Si me molesta la actuación arbitral es porque llena el análisis de escondites. Y más enfadado debería estar Cristiano Ronaldo, al que han robado tiempo para elogiar su eficacia y sus dos goles. Venció merecidamente el Madrid y eso es tan indiscutible como que al Celta se le ofrecen, tras cada encuentro, motivos para alimentar una rivalidad que niega la moderada apatía, la presión mínima y la renuncia a disputar los balones divididos.

2 comentarios en «Cristiano, la roja y la paranoia»
  1. La explicación de que echara a Aspas en esa jugada dudusa es la mala conciencia. En el túnel de vestuarios Aspas le llamó cagón , además había testigos, encima eran periodistas, y claro estaba deseando echarlo. Aspas me cae mal, el antimadridismo y el anti en general habría que disimularlo más, de esa manera no hubiéramos ido tantos con el United…, entre el alcalde, el presidente y Aspas han hecho de un club simpático, un club indiferente para buena parte del madridismo.

  2. El árbitro estuvo horrible!!, eso es cierto. Me gustaría comentar dos cosas. La 1º es que siempre tuve la sensación de que hubo un cierto oportunismo por parte del Celta en aplazar el partido, creo que si hubiera existido voluntad de jugar el partido se hubiera podido hacer. El Madrid sospechó, el Celta se ofendió y el partido aplazado se fue agriando conforme pasaban los días.

    En 2º lugar. Entiendo la diferencia de los equipos no grandes cuando juegan contra el Madrid o el Barça, el foco mediático está en ellos. Se trata de su partido del año, los jugadores se revalorizan en esos encuentros, y por tanto me parece relativamente entendible ese mayor empeño en eso partidos. Ahora bien, contra el Celta me pareció que hubo una especial inquina añadida a los factores anteriores. Más allá de luchar con honor por la victoria, parecía que les iba la vida en ello.

    No es la primera vez que veo esto en un rival ni será la última. Y nunca me identifiqué con las paranoias de Mourinho.

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