España y sus fiestas. Y sus juegos.

 


El pasado sábado, al poco de terminar la final de Copa, publiqué un tuit que generó cierto debate entre quienes andaban desvelados. Aquí se puede leer. Desde el mismo instante en que comencé a escribirlo lo consideré una imprudencia. No hace falta ser muy avispado para saber dónde se encuentra la línea de lo políticamente correcto, la frontera de lo moderno y las cavernas de lo casposo. Y digo imprudencia, porque era plenamente consciente de sería asignado a un bando tan poco apetecible como el de los reaccionarios.

La polarización del debate político obliga a una militancia que no admite término medio y el debate catalán es un buen ejemplo. El resultado es que el escenario mediático está ocupado por los extremos, independencia o PP, ofreciendo dos alternativas que no se alimentan de partidarios, sino de refugiados ideológicos.

En la exposición de esa disyuntiva, y al menos desde una perspectiva progresista, el relato juega a favor de Cataluña. No sabría explicar las razones, pero imagino que tendrán relación con el desarrollo económico y cultural, la proximidad de Europa y la represión franquista. Lo importante es que llegada la democracia, y hecha la cuenta, al resto de España le salía a pagar.

La consolidación de esa superioridad moral de los catalanes y la asunción de esa deuda por el resto de los españoles está en el origen de muchos comportamientos, sin que sea fácil determinar qué predomina, si el complejo de superioridad o el de inferioridad.  Y ahora no estoy pensando en los devaneos Pujol-Aznar, sino en la ‘normalización’ de la pitada al himno. Se nos ha convencido (o casi) de que es un acto en favor de la libertad de expresión y así lo aceptamos año tras año, educadamente, como si formara parte de la deuda por pagar.

Definidos los dos bandos con megáfono en propiedad, se hace difícil opinar si no eres ni catalán ni reaccionario. Al inicio de cualquier debate se te pedirán los papeles y mejor te irá si tienes preparado un buen alegato de justificaciones: ser gallego da puntos, pareja de catalán, escocés… También ayuda pedir perdón por anticipado. Pero ni aun así debes hacerte ilusiones. En cualquier momento y en la discusión más irrelevante te verás penalizado por no vivir en Cataluña y no ser conocedor de la realidad del bilingüismo o por opinar “desde Madrid”, coletilla satánica que nos convierte a todos en residentes en La Moncloa.

Así lo he experimentado en un asunto tan nimio como el que motivó el tuit de la polémica. En ningún caso pretendía yo coartar las libertades de nadie, ni atacar a la lengua catalana (creo que debería asignatura opcional en las escuelas, junto al vasco y el gallego), ni convocar a los fantasmas del pasado. Lo único que quería era dejar constancia de mi extrañeza ante un hecho que está más relacionado con la educación que con la política.

Desde hace algún tiempo, y preferiblemente desde los tiempos del Tata Martino, me ha llamado la atención que, en las conferencias de prensa, se hagan preguntas en catalán a quien responde en castellano. Siento que preguntar en castellano a quien responde en en ese idioma sería una cuestión de deferencia hacia el entrevistado y hacia los escuchantes no catalanes, que suelen ser muchos. Simplemente eso. Nada más, sin dobleces. 

Se me dice (se me dijo) que es una muestra de la normalización del bilingüismo, y yo lo acepto y lo valoro, aunque sigo pensando que el verdadero ejercicio de bilingüismo sería utilizar, en cada caso, el idioma común a los presentes. Hacerse entender por el mayor número de personas no debería implicar ningún tipo de traición o renuncia.

 

Se me dice también que esos compañeros periodistas trabajan para emisoras en catalán y que a sus audiencias se deben, y creo que el razonamiento es muy lógico, tan sensato como esperar que esas audiencias, que no se molestan por una respuesta en castellano, no se molestarán tampoco por una pregunta en ese mismo idioma.

Se me dice que el catalán no es chino mandarín, como si la pereza estuviera del lado de quienes escuchan.

Se me dice que Martino aceptó ser preguntado en catalán y creo que fue muy educado al hacerlo, aunque sólo percibiera el aroma de las preguntas que se le planteaban. A mi modo de ver hubiera sido mucho más elegante preguntar a un argentino en castellano. Debo ser un antiguo.

En el fondo, subyace la deuda. Y está tan fijada en el subconsciente de unos y otros que cuesta reconocerla, tan asumida que cuestionarla implica la inmediata expulsión de la modernidad. Y nadie quiere dejar de ser moderno.

 

4 comentarios en «La deuda»
  1. ¡Pero Juanma,cómo se te ocurre!Lo lógico y lo ideológico-el forofismo de amplio espectro,vaya-son cosas contradictorias,se repelen mutuamente.Y a tí se te ocurre que la lógica es un instrumento estupendo para este asunto.
    Eco decía que en Italia ganaba Berlusconi porque los argumentos que mostraban que no se le debería votar ya no eran comprensibles para la mayoría del electorado,y con esto empieza a pasar algo así.Algo va mal.

  2. Buenas tardes. ¡ Hermoso fanguizal, mi querido Trueba! Y como en todo fanguizal que se precie, los que en él se encuentran, no logran ver más allá de sus narices, pues el fango ciega sus ojos y al intentar palpar a su alrededor, y asustados por la ceguera y por el ruido, los manotazos terminan siendo golpes a vengar, y todo mientras la viscosidad los hace inasibles los unos a los otros.

  3. Es el primer comentario que hago en esta web que fielmente sigo.

    Señor Trueba en determinados temas, pero sobre todo en los que la política ha metido mano, ahora mismo no se puede mantener un debate razonado estas conmigo o estas contra mi. Y luego se les llena la boca de democracia, no hay democracia sin educación.

    Por cierto, que opinas de la final de copa?

  4. Hola Juanma!!
    Si es que no das una, mashote!!!! (Lease con la grasia y el arte de Luis Fernandez)
    Lo mejor de todo…es ser madridista y catalán, como yo!! jajajajaja
    Un saludo y un abrazo, pues en el fondo, te entiendo. CRACK.

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