Relatos de deporte, cine, política y de lo que sea menester

Mes: septiembre 2017

Un dragón menos

Zidane, en Alemania. Caballo blanco, observen.

Hay dos maneras de enfrentarse al Real Madrid y ninguna excluye rezar. La primera pasa por cerrar filas, protegerse en campo propio y fiarse de un contragolpe improbable o de un final loco. Así, más o menos, venció el Betis en el Bernabéu. La otra posibilidad es aceptar el intercambio de golpes y disfrutar del rato que se permanece en pie, que nunca suele ser demasiado. El Borussia Dortmund, tal y como ha demostrado en los últimos años, siempre elige la opción B. Que el rival salga con un ojo amoratado le compensa de cualquier resultado adverso.

Ceballos no es broma


Hasta hace pocas horas circulaba un chiste malvado entre el beticismo. Un bético se iba a Madrid a comprarse una camiseta de Ceballos y se volvía con un peto. La broma pereció de muerte natural en Mendizorroza. O no tan natural. Que Ceballos le haga dos goles al Alavés cabe dentro de lo posible porque el muchacho tiene talento para embotellar y en Vitoria hacía sol de Sevilla en abril. Lo que no es tan normal es que un entrenador a siete puntos del Barcelona convierta en titular al chico que nunca lo ha sido. Eso mismo hizo Zidane. Ajeno al nerviosismo de los alrededores, el técnico se dejó en el banquillo a Modric y Bale. Nada menos. De haber fallado en sus cálculos, esa decisión sería el látigo con el que sería azotado durante una semana, quizá varias.

Betis de autor en el Bernabéu


Hubiera sido un accidente si el Betis no hubiera jugado a nada, pero jugó y bastante. Sería un drama si el Real Madrid hubiera perdido sin hacer ocasiones de gol, pero las acumuló a lo largo del partido. De manera que no se me ocurre un análisis en negativo ni un relato que acribille al perdedor. A veces pasa. De vez en cuando, un buen equipo se sostiene gracias a un portero y sentencia por un jugador. O por un par.

Bale, Borja y el Coyote


¿Qué sueña un futbolista antes de un partido? Si sueña con ser protagonista debe tener cuidado. Si sueña con marcar un gol debe matizar su deseo. Si imagina un doblete conviene que especifique la portería. De ser posible una abstracción de los detalles, podemos afirmar que en Anoeta no hubo nadie con tanto protagonismo como Kevin Rodrigues. El lateral vasco-francés de la Real Sociedad marcó un gol a Keylor y otro a Rulli, remató al larguero y fue vencido por Bale en la carrera que propició el tercero del Real Madrid, el más repetido en los resúmenes. Digamos que salió en todas las fotos y en alguna retratado. ¿Qué nota merece alguien tan influyente en lo bueno y en lo malo? Ante la duda propongo un premio a la compleja dualidad del ser humano.

El hambre de Cristiano y las ganas de comer

La tenia de Cristiano y la serpiente de El Principito.

 

Cuando el próximo 26 de mayo se dispute la final de la Champions, probablemente con presencia del Real Madrid (estimación estadística, no sentimental), el partido contra el APOEL nos parecerá de otro siglo. A excepción de los chipriotas y los asistentes al estadio (japoneses debutantes), nadie recordará el rival de la primera noche salvo que consulte las fuentes adecuadas. No le quiero restar importancia al encuentro, pero convendrán conmigo que hay partidos que sólo son memorables si se pierden. Y en este caso, la derrota era una improbable extravagancia por el simple motivo de que Cristiano tenía hambre y el APOEL carece de colmillos.

Me dirán ustedes que Cristiano siempre está hambriento, y es muy cierto: su tenia (o solitaria) es de la familia de las anacondas. Sin embargo, esta vez se le acumulaban las dedicatorias después de 28 días sin vestirse de blanco, y ya hemos dicho por aquí que nada estimula tanto a los futbolistas como cerrar bocas (a los periodistas, a los jueces, a Montoro).

Consejo para transeúntes: no hagamos sangre

Mocitas madrileñas a la salida del estadio. Obsérvese el cielo maravilloso by Goya.

Entre las motivaciones de un lector, cada vez menos (confiemos en cambiar eso pronto), está la del descuartizamiento compartido. El lector, que ya ha trasladado el partido a la sala de despiece, espera que el cronista complete el trabajo y, después de salpicarlo todo sangre, termine por darle razón: pésimo planteamiento táctico, alineación fallida, invisibilidad de Bale, inacción de Benzema, caos absoluto.

#LaDiferenciaPelayo: Garbeo de España por Liechtenstein

Simpáticos limeños.

No se puede tener hambre —ni miedo, ni grandes inquietudes— si vives en el paraíso. Y la frase cobra todavía más sentido si vives en un paraíso fiscal. Decimos que los ciudadanos de Liechtenstein juegan mal al fútbol, pero lo cierto es que carecen de motivos para jugar bien. Para triunfar en el fútbol es necesario tener hambre en alguna de sus diversas modalidades: hambre de fama, de gloria o hambre de hambre. En esos casos, el fútbol sirve como rescate o como evasión. Un liechensteiniano (limeño, desde ahora) no necesita ser rescatado, entre otras razones, porque vive de las evasiones ajenas. Si usted o yo dispusiéramos de una renta per cápita de 147.000 dólares nos importaría menos el fútbol. Este el problema de la juventud limeña: que no tiene ninguno. Y sin problemas no hay quien dé patadas a un balón o se atreva a cabecear un Mikasa. No hay rebeldía posible en un país con 83 policías que probablemente te conocen por el nombre de pila.

#LaDiferenciaPelayo: Ha vuelto la primavera


Cuando las cosas encajan se escucha el clic. No hablo de los muebles de Ikea, como podrán comprender. Aunque también. Si el encaje es múltiple los clics suenan como la Primavera de Vivaldi. Y el mundo, lugar adusto por lo general, sonríe. Nos sucedió con la Selección del tiqui-taca y el encantamiento se prolongó durante dos Eurocopas y un Mundial, un inmenso espacio de tiempo para lo que acostumbra la felicidad, que apenas dura un verano. Al echarse el telón, la lógica más elemental indicaba que debíamos preparamos para una larga época de oscuridad. La letanía fue replicada a coro: no volveremos a disfrutar de una generación igual. Pasarán muchos años antes de que se repita algo así y quizá no se repita nunca. No habrá otro Xavi. Ni otro Iniesta…

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