Simpáticos limeños.

No se puede tener hambre —ni miedo, ni grandes inquietudes— si vives en el paraíso. Y la frase cobra todavía más sentido si vives en un paraíso fiscal. Decimos que los ciudadanos de Liechtenstein juegan mal al fútbol, pero lo cierto es que carecen de motivos para jugar bien. Para triunfar en el fútbol es necesario tener hambre en alguna de sus diversas modalidades: hambre de fama, de gloria o hambre de hambre. En esos casos, el fútbol sirve como rescate o como evasión. Un liechensteiniano (limeño, desde ahora) no necesita ser rescatado, entre otras razones, porque vive de las evasiones ajenas. Si usted o yo dispusiéramos de una renta per cápita de 147.000 dólares nos importaría menos el fútbol. Este el problema de la juventud limeña: que no tiene ninguno. Y sin problemas no hay quien dé patadas a un balón o se atreva a cabecear un Mikasa. No hay rebeldía posible en un país con 83 policías que probablemente te conocen por el nombre de pila.

Lo anterior explica que los seleccionados de Liechtenstein jueguen sin excesivo interés al fútbol. Para ellos es como hacer la mili de la que están exentos por no tener ejército. Escuchan el himno con marcialidad e intentan cumplir con sus obligaciones sobre el campo, pero están lejos de morir por la patria.

 

El mérito de España fue no distraerse. Los malos equipos contagian una barbaridad y no sería la primera vez que un grupo de finos estilistas es absorbido por un amasijo de infectos contrincantes. No ocurrió tal cosa. Lopetegui apostó por una mayoría de titulares y la Selección martilleó a Liechtenstein sin piedad, como si nunca fuera a abrir una cuenta bancaria en Vaduz. Desde que Sergio Ramos inauguró el marcador a los dos minutos, el equipo encontró estímulos para seguir haciendo goles, hasta ocho. Cada jugador quería marcar el suyo y quien lo conseguía se empeñaba en el doblete (Morata, Aspas), nunca se sabe cuándo volverá a ser fiesta.

Liechtenstein no se alteró lo más mínimo. Más que como una goleada, diría que lo entendieron como un ingreso. De ahí la sonrisa de banquero que lucían los futbolistas limeños: ganen ustedes partidos y dinero que el último gol se lo marcaremos nosotros. O Montoro.

Un comentario en «#LaDiferenciaPelayo: Garbeo de España por Liechtenstein»

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