Mocitas madrileñas a la salida del estadio. Obsérvese el cielo maravilloso by Goya.

Entre las motivaciones de un lector, cada vez menos (confiemos en cambiar eso pronto), está la del descuartizamiento compartido. El lector, que ya ha trasladado el partido a la sala de despiece, espera que el cronista complete el trabajo y, después de salpicarlo todo sangre, termine por darle razón: pésimo planteamiento táctico, alineación fallida, invisibilidad de Bale, inacción de Benzema, caos absoluto.

Entiendo que el análisis es reconfortante para el aficionado furioso, ese que vuelve a casa frustrado y sintiendo que la camiseta la aprieta en los michelines. Sin embargo, sólo hay que ampliar el foco para advertir que no hay lugar para el catastrofismo. El Real Madrid concentró su interés en ganar los primeros títulos de la temporada y cumplió con el objetivo con suficiencia y brillo. La distracción actual es el descanso que se toma cualquiera después de haber subido una montaña, o un par.

A partir de aquí, se pueden añadir anexos que redondean la explicación. Es cierto que se echa en falta a Cristiano, porque él soluciona muchos problemas sin necesidad de mejorar el juego. Y es verdad que afecta el Virus FIFA, aunque no por el cansancio de viajar en primera clase, sino por el estrés mental que provocan partidos como el jugado contra Italia. Tampoco pasaría por alto el hecho de jugar a las 13:00 horas. En este verano que ya tira la toalla, la hora del aperitivo sigue siendo la de los bostezos y no es sencillo cambiar los biorritmos, pregunten a los niños sobre el primer de cole.

Otro aspecto importante se relaciona con los rivales. Por el Bernabéu han pasado dos entrenadores, Marcelo y Muñiz, que son de una pulcritud táctica ejemplar. Para vencer a sus equipos hace falta algo más que improvisar. Y afrontar ese desafío se hace todavía más complejo con una alineación trufada de rotaciones.

Pese a lo dicho, no le hago un reproche a Zidane. Si no rotas contra el Levante, no rotarás nunca. Y si no aprovechas el regreso de una semana de selecciones, no lo harás jamás. Tampoco se puede culpar a los suplentes habituales. Les faltó encaje, pero eso se gana con más partidos. Marcos Llorente, por ejemplo, se movió con una timidez que le anula, pues en el desparpajo reside su fortaleza; es posible que también le intimide Kroos y es indudable que no le beneficia escorarse a las bandas. Theo aportó cierto despliegue y Lucas no dejó de pegarse carreras que, por lo general, fueron poco correspondidas.

El mérito del Levante fue no achicarse nunca. Hay visitantes que no se liberan del complejo de jugar contra un adversario superior y en un escenario imponente. No fue el caso. El grupo de Muñiz se defendió como indican los manuales y acompañó las jugadas de ataque como sólo hacen quienes creen en sus posibilidades. Lo único que se le debe pedir a un equipo pequeño es que no lo parezca. Y el Levante no lo pareció.

Al árbitro le dedicaremos el mismo espacio que a los topos y las polillitas que desvían los balones; es decir, ninguno. Idéntica nadería dejaremos al catastrofismo. Madrid está demasiado hermosa en esta época del año como para mancharlo todo de sangre.