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Con ustedes, un candidato


El fútbol inglés se aproxima. A nosotros, digo. Debía pasar, pero pensamos que nunca llegaría a ocurrir. Suponíamos que los jeques y los magnates seguirían gastando el dinero a tontas y a locas, que los entrenadores serían incapaces de sobreponerse a lo que parecía una tara estructural y una fatalidad histórica, ya se sabe que los británicos pierden gas cuando salen de las islas. Pues bien, todo es mentira. Entre otras razones porque el dinero, cuando es inagotable, termina por tener razón. Y porque el mestizaje se ha impuesto en el campo y en los banquillos, y porque el fútbol va y viene, y porque la vida es así.

El Real Madrid y la hermosa desesperación

Rutger Hauer, replicante sin réplica.

Hay algo desesperante en la resistencia del Real Madrid a cerrar los partidos. Últimamente se ha habituado a regalar indultos entre los rivales sentenciados, como si Joan Báez fuera el Gobernador de Texas. Sin embargo, y según se mire, en lo desesperante también hay algo admirable. Me refiero a la calma, no confundir con la desidia o el desinterés. La diferencia entre la pachorra y la serenidad es la sabiduría y no olvidemos que el Real Madrid viene de ganar dos Champions consecutivas, lo que equivale a pasar por la Puerta de Tannhäuser como si fuera la de Alcalá.

Volvamos al fútbol

Lola en el Bernabéu.

Es mal día para decir que Isco es una república independiente. Aunque, según lo pienso, es posible que los chistes, malos o pésimos, sean lo único con capacidad para rescatarnos después de una jornada de tanto bochorno. Volvamos al fútbol y supongamos que las banderas de España que proliferaban en el estadio Bernabéu eran en homenaje a Quique, entrenador del Espanyol y sobrino de Lola Flores. Diremos, en atención de los más jóvenes, que La Faraona, con indispensable ayuda de El Pescadilla, matrimonió el cante más español con la rumba más catalana. Y les brotaron flores.

Un dragón menos

Zidane, en Alemania. Caballo blanco, observen.

Hay dos maneras de enfrentarse al Real Madrid y ninguna excluye rezar. La primera pasa por cerrar filas, protegerse en campo propio y fiarse de un contragolpe improbable o de un final loco. Así, más o menos, venció el Betis en el Bernabéu. La otra posibilidad es aceptar el intercambio de golpes y disfrutar del rato que se permanece en pie, que nunca suele ser demasiado. El Borussia Dortmund, tal y como ha demostrado en los últimos años, siempre elige la opción B. Que el rival salga con un ojo amoratado le compensa de cualquier resultado adverso.

Ceballos no es broma


Hasta hace pocas horas circulaba un chiste malvado entre el beticismo. Un bético se iba a Madrid a comprarse una camiseta de Ceballos y se volvía con un peto. La broma pereció de muerte natural en Mendizorroza. O no tan natural. Que Ceballos le haga dos goles al Alavés cabe dentro de lo posible porque el muchacho tiene talento para embotellar y en Vitoria hacía sol de Sevilla en abril. Lo que no es tan normal es que un entrenador a siete puntos del Barcelona convierta en titular al chico que nunca lo ha sido. Eso mismo hizo Zidane. Ajeno al nerviosismo de los alrededores, el técnico se dejó en el banquillo a Modric y Bale. Nada menos. De haber fallado en sus cálculos, esa decisión sería el látigo con el que sería azotado durante una semana, quizá varias.

El hambre de Cristiano y las ganas de comer

La tenia de Cristiano y la serpiente de El Principito.

 

Cuando el próximo 26 de mayo se dispute la final de la Champions, probablemente con presencia del Real Madrid (estimación estadística, no sentimental), el partido contra el APOEL nos parecerá de otro siglo. A excepción de los chipriotas y los asistentes al estadio (japoneses debutantes), nadie recordará el rival de la primera noche salvo que consulte las fuentes adecuadas. No le quiero restar importancia al encuentro, pero convendrán conmigo que hay partidos que sólo son memorables si se pierden. Y en este caso, la derrota era una improbable extravagancia por el simple motivo de que Cristiano tenía hambre y el APOEL carece de colmillos.

Me dirán ustedes que Cristiano siempre está hambriento, y es muy cierto: su tenia (o solitaria) es de la familia de las anacondas. Sin embargo, esta vez se le acumulaban las dedicatorias después de 28 días sin vestirse de blanco, y ya hemos dicho por aquí que nada estimula tanto a los futbolistas como cerrar bocas (a los periodistas, a los jueces, a Montoro).

Consejo para transeúntes: no hagamos sangre

Mocitas madrileñas a la salida del estadio. Obsérvese el cielo maravilloso by Goya.

Entre las motivaciones de un lector, cada vez menos (confiemos en cambiar eso pronto), está la del descuartizamiento compartido. El lector, que ya ha trasladado el partido a la sala de despiece, espera que el cronista complete el trabajo y, después de salpicarlo todo sangre, termine por darle razón: pésimo planteamiento táctico, alineación fallida, invisibilidad de Bale, inacción de Benzema, caos absoluto.

Un partido para degustar

Asensio, en un momento del partido contra el Valencia.

El partido del Bernabéu compensa por cien malos partidos. Qué divertido si te abstraes de tus colores. Y qué divertido si no consigues abstraerte. El buen fútbol no es aquel que minimiza los errores defensivos, como todavía predican algunos puristas de triste semblante, sino el que hace prevalecer las maniobras ofensivas. La delicia del fútbol es el intercambio de golpes, la ambición compartida, la ausencia de miedo. De todo hubo. Y por si lo anterior no fuera suficiente, un futbolista sobrevoló la gran noche formando un vendaval de helicóptero: Marco Asensio. Los dos goles que marcó son una anécdota en comparación con su influencia en el juego y su liderazgo sobre el equipo. En un verano ha pasado de promesa a estrella mundial. Es normal que Bale se sienta algo aturdido. Han pasado cuatro años y sigue intentando arrancar su moto.

Silbando al trabajar

Cerezas y tal.

Con intensidad se puede sorprender al Real Madrid. Andone lo demostró al inicio del partido, dos ocasiones. El rumano es un futbolista que conmueve por su hiperactividad. Si fuera soldado tendría el pecho lleno de medallas, condecoraciones por haber tomado una colina protegida por un nido de ametralladoras, cada fin de semana una colina distinta. Hay tipos así: les pides que muerdan y se lo toman al pie de la letra. El problema, siempre existe uno, es que la intensidad es una aceleración que no se sostiene largo rato. El tiempo que al Depor le duró el rugido, el partido tuvo cierta intriga, tampoco excesiva. A los veinte minutos se terminó. La película de suspense dio paso al documental sobre leones.

Supercopa: el equipo real y el miembro fantasma

Así se presiona. Lo demás, viene solo o casi.

El síndrome del miembro fantasma es la percepción de que un miembro amputado todavía forma parte del cuerpo y continúa trabajando a su servicio. Al Barcelona le ocurre lo mismo con Neymar. El equipo lo busca en cada jugada y al no encontrarlo, se deprime. La situación se repite una y otra vez, ilusión y frustración, prácticamente en cada maniobra de ataque. El Barça hace esfuerzos ímprobos por mover el miembro amputado, pero nada se mueve porque nada hay.

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