
Barça y Real Madrid (o viceversa), durante un momento del partido.
Debes estar viejo, no tiene sentido enfadarse por una cosa así. Qué digo enfadarse, enfurecerse. Al fin y al cabo, los colores se distinguían si fruncías el ceño y prestabas algo de atención. Aunque pertenezcan a la misma familia en grado directo de parentesco, no es lo mismo el azul marino que el azul turquesa, ni siquiera admitiendo que el turquesa puede tornar en azul marinado por causa de la transpiración. Ese minúsculo detalle no justifica los espumarajos ni las imprecaciones. Además, hay que vender camisetas y los chinos se movilizarán en masa para comprar esta equipación (segunda, tercera o cuarta), con la ventaja de que si está agotada la del Real Madrid se llevarán la del Barcelona, tampoco hay que ser escrupuloso. No puedes permitir que una cuestión meramente cromática te arruine un partido que esperabas con ilusión. Es de todo punto absurdo que sólo hicieras un par de anotaciones con la excusa de que las tarjetas amarillas eran lo único que se distinguía.