Relatos de deporte, cine, política y de lo que sea menester

Categoría: Periodismo

La deuda

España y sus fiestas. Y sus juegos.

 


El pasado sábado, al poco de terminar la final de Copa, publiqué un tuit que generó cierto debate entre quienes andaban desvelados. Aquí se puede leer. Desde el mismo instante en que comencé a escribirlo lo consideré una imprudencia. No hace falta ser muy avispado para saber dónde se encuentra la línea de lo políticamente correcto, la frontera de lo moderno y las cavernas de lo casposo. Y digo imprudencia, porque era plenamente consciente de sería asignado a un bando tan poco apetecible como el de los reaccionarios.

La polarización del debate político obliga a una militancia que no admite término medio y el debate catalán es un buen ejemplo. El resultado es que el escenario mediático está ocupado por los extremos, independencia o PP, ofreciendo dos alternativas que no se alimentan de partidarios, sino de refugiados ideológicos.

Spotlight (crítica tardía): demonios sin ángeles

Mejor parados que en movimiento.

Perdonadme, muchachos, pero habéis tenido momentos mejores.

Comprendo el entusiasmo de quienes vieron la película Spotlight en tiempo y hora (no como yo). Lo entiendo porque la mayor parte de las recomendaciones me las hicieron periodistas. Asumo que para ellos, para nosotros, tan relevante como la historia es la utopía que plantea, al menos en nuestro mundo conocido: un equipo de investigación que trabaja al margen de las rutinas de la Redacción y, además, sin prisa. Sospecho que hay muchos compañeros periodistas que no se reponen en toda la película de ese asombro, ajenos al trajinar de los curas y los reporteros.

Debo confesar que a mí me impactó menos. Digamos que admiré fugazmente la existencia de ese cuerpo de élite y me concentré en la historia, dispuesto a disfrutar de una película elogiada por muchos amigos y reconocida en los Oscars con el premio gordo.

Bien, pues no lo conseguí del todo. Me interesó el relato, pero igual que me hubiera interesado un documental al respecto. No me apasionó, en definitiva. Sentí la dosis aconsejable de asco hacia los responsables de los abusos y sus encubridores. Pero no me identifiqué con los héroes de la trama, ni sufrí ni gocé con ellos; no les copié ni un gesto a la salida del cine.

No es fácil, ni frecuente, que actores como Michael Keaton, Mark Ruffalo o Rachel McAdams compongan personajes carentes de relieve. Da la sensación de que el director se limitó a sobrevolarlos. Keaton, por ejemplo, es la mitad del periodista que interpretó en The Paper. McAdams insiste en su deseo de parecer una mujer poco atractiva (comenzó en True Detective 2) y sigue sin conseguirlo. Ruffalo, representante en muchas películas del tipo que quisiéramos ser, no consigue conectar con nadie: ni con los periodistas caóticos ni con los cuarentones mofletudos.

Tampoco se salva Liv Schreiber aunque por momentos resulte el único superviviente de la película. Su contención es tan absoluta y tan sin tregua que su rictus termina por confundirse con la superficie de la piedra Pómez.

No es una mala película, aunque tampoco es una demasiado buena. Resulta oportuna como denuncia que no caduca y por su indudable valor documental; sospecho que por eso fue premiada en Hollywood (de algún modo había que parar los pies a Iñárritu). También sirve como esperanza para los periodistas que todavía la tienen. Para algunos será suficiente. Para mí no lo es. Odio salir del cine caminando igual que entré.

El Real Madrid-Eibar o la crónica predictiva

Sí, así es. La crónica Real Madrid-Eibar la escribiré antes de que se juegue. Habrá quien piense que se trata de una solemne estupidez y habrá quien sospeche que tengo planes a la hora del partido (siesta, parque de bolas), pero en realidad es un acto de rebeldía, una huelga a la japonesa. Desde que lo digital irrumpió en nuestras vidas, se espera que los cronistas tengan terminados sus relatos casi inmediatamente después del pitido final. Bien, pues el que me propongo escribir yo estará listo antes del pitido inicial.

Dicho de otro modo: cumpliré los más estrictos horarios de publicación recomendada. O mirado de otra forma: romperé la barrera del sonido de la inmediatez periodística. Y dado que en estos tiempos la rapidez importa tanto como la calidad, mi texto podrá competir con las composiciones más sesudas, meditadas y objetivas. Llegados a este punto, imagino que ya habrá algún director suspirando por no tenerme entre sus brazos.

Sobre algo quiero avisar. Es muy probable que mi crónica esté llena de inexactitudes e imprecisiones, y hasta se me podría colar algún elemento fabulativo, disparatado a tenor de los acontecimientos posteriores; es deseable que así sea. Acertar el marcador, los goleadores y las tarjetas me concedería una dimensión que no pretendo, aunque estoy abierto a todo tipo de ofertas (CNI, CNN, El tarot de Laura, etc…).

Lo único que pretendo reseñar es lo incongruente que resulta esperar inmediatamente después de un partido una reflexión sosegada, oportuna y ponderada, con cada pica en su sitio. Si tal cosa es el objetivo primordial del periodismo digital propongo que las crónicas se escriban antes y que tanto los futbolistas como el árbitro, si no es mucha molestia, se atengan después al guión: marcador, goles y tarjetas.

De regreso con el señor Qwerty

Imagino que quien llegue hasta aquí me conoce, pero en esta primera entrada también me debo a los náufragos y a los sin brújula, a los que buscaban a otro y me encontraron a mí. Mi nombre es Juanma Trueba y soy periodista. Asumo que la introducción es de poco interés, a no ser que coincidamos en gustos y opiniones. Aunque también podría ocurrir que nuestra única coincidencia fuera no coincidir en nada y viviéramos el amor apasionado de los polos opuestos. Quién puede saberlo.

Mi intención es escribir sobre cualquier asunto, si bien comenzaré por el fútbol. Así lo hice durante trece años como cronista en el Diario AS, de donde fui despedido hace algunas semanas. Como se me apartó antes de un Real Madrid-Barcelona, hace algo más de cuatro meses, encuentro que tiene cierto sentido regresar en un Barcelona-Real Madrid, una vuelta después y con otra camiseta, o sin camiseta alguna. Ignoro si con esto se cierra un círculo o se abre un poliedro, pero me apetece completar el trazo.

Mentiría si dijera que no lo hago por mí. Si me subo a este taburete en una esquina de este inmenso parque es porque quiero seguir estando presente, porque deseo que me vean y que me escuchen y porque quiero parecer más alto. También lo percibo como una digna manera de ponerse en pie y sacudirse el polvo del traje. Decíamos ayer…

Existe otra razón para el regreso. Más gente de la que podía imaginar me ha mostrado su cariño y su apoyo. Es obvio que me recuerdan mejor de lo que soy, pero no me veo con fuerzas de llevarles la contraria. Así que he decidido hacerme pasar por su recuerdo engrandecido. Veremos si lo consigo.

 

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