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Categoría: Política

La deuda

España y sus fiestas. Y sus juegos.

 


El pasado sábado, al poco de terminar la final de Copa, publiqué un tuit que generó cierto debate entre quienes andaban desvelados. Aquí se puede leer. Desde el mismo instante en que comencé a escribirlo lo consideré una imprudencia. No hace falta ser muy avispado para saber dónde se encuentra la línea de lo políticamente correcto, la frontera de lo moderno y las cavernas de lo casposo. Y digo imprudencia, porque era plenamente consciente de sería asignado a un bando tan poco apetecible como el de los reaccionarios.

La polarización del debate político obliga a una militancia que no admite término medio y el debate catalán es un buen ejemplo. El resultado es que el escenario mediático está ocupado por los extremos, independencia o PP, ofreciendo dos alternativas que no se alimentan de partidarios, sino de refugiados ideológicos.

España es idiota

 

Juzguen ustedes, pero yo no creo que el periodista Antonio Burgos haya bromeado sobre la muerte de Bimba Bosé, fallecida hoy a los 41 años víctima de un cáncer de mama. Según yo lo veo, su muerte le ha sido absolutamente indiferente. Lo único que le conecta con su desaparición es la posibilidad de burlarse de Miguel Bosé, que además de tío de la fallecida, es un cantante al que la derecha de firmes principios asocia con el faranduleo de izquierdas, esa ralea de libertinos que aprovecha los premios Goya para ridiculizar al Gobierno y al ministro que toque. Rojos, laicos y, probablemente, maricones. Y luego se quejan del 21% de IVA.

Caso Otegi: una reflexión que no gustará a nadie

Arnaldo Otegi.

Arnaldo Otegi.

 

No descubro nada si digo que EH Bildu está aprovechando la inhabilitación de Arnaldo Otegi para recuperar la primera fila del escaparate. No hay mejor noticia que una prohibición que se puede atribuir al Estado y que permite retomar un discurso básico que cuaja entre todos aquellos (y no son pocos) que se movilizan en cuanto alguien pronuncia la palabra libertad, no importa el contexto. Desde ese punto de vista, el de los movilizados, aquí no hay más caso que el de un hombre al que no se permite concurrir a unas elecciones y lo demás son excusas represivas.

A falta de conocer la resolución del caso, lo que parece seguro es que los votos de Bildu se multiplicarán en las elecciones vascas y otra vez nos será imposible distinguir el voto-protesta del voto-conciencia. Nada moviliza tanto a un votante descreído como la posibilidad de manifestarse contra el sistema en el que ha dejado de creer. Europa nos lo recuerda a cada paso, del Brexit a las elecciones españolas.

Lo que parece seguro es que los votos de Bildu se multiplicarán en las elecciones vascas y otra vez nos será imposible distinguir el voto-protesta del voto-conciencia.

Pero no quisiera desviarme de la cuestión. Y la cuestión, a mi juicio, no es si Otegi puede o no presentarse a lehendakari. Si aislamos el asunto como otros aíslan la palabra libertad, Otegi no puede ejercer como cargo público porque así lo ha dictado la ley y porque así se deriva de la condena que le fue impuesta. Sin embargo, el enfoque ha de ser más amplio y debe estar despejado de todo tipo de prejuicios, incluso de consideraciones éticas. Entiendo a quienes consideran repugnante que quien ha justificado a ETA y ha formado parte de la organización pueda ser el presidente de todos los vascos. Y comprendo, naturalmente, el desgarro de las víctimas del terrorismo ante esa posibilidad. Pero la paz incorporaba esta cláusula. La paz no hace desaparecer a quienes respaldan, con matices o sin ellos, las tesis de los abertzales. La paz impone la convivencia, la misma que quiso defender Arantza Quiroga. Ese era el precio.

Asumir lo anterior no significa que Otegi deba ser indultado, o que haya que cambiar la ley para acomodarse a sus quejas, ni rehabilita a los brigadistas nacionales de la estupidez o a los independentistas sin fronteras, tampoco a Pablo Iglesias. Asumir lo anterior sirve para aceptar que Otegi podrá presentarse algún día a las elecciones vascas, como hubiera podido concurrir a las próximas de no mediar condenas y consecuencias. Esto no es una polémica moral, porque ya no puede serlo y porque no avanzaríamos nunca. Es un problema administrativo.

Pablo Iglesias: el equilibrio sobre el desequilibrio ajeno

Pablo Iglesias.

Pablo Iglesias.

La forja de Pablo Iglesias se construyó, casi en igual medida, del descontento general, de su habilidad comunicativa y de la oposición que encontraba en el plató de referencia. El televidente (al menos, una gran parte de la audiencia) podía estar más o menos de acuerdo con lo que exponía Iglesias, pero se sentía en firme desacuerdo con los alegatos de sus contrarios. Hay quien asegura que el voto a Podemos es un voto anti sistema, pero yo creo que empezó siendo un voto anti tertuliano.

A partir de entonces, Podemos creció más agitado por los críticos furibundos que por las propuestas políticas. Es un hecho que la gente (al menos, una gran parte) disfruta del pánico de los periodistas y los políticos con nudo Wilson, a los que atribuye una alta cuota de responsabilidad (quizá estética) en la crisis.

Cuestión de Estado y cuestión de estrado

Lo aclaro antes de proseguir: no estoy haciendo una proclama a favor de la revolución (carezco de megáfono). Cuando pido que los políticos que fueron incapaces de llegar a un acuerdo de gobierno se larguen, no sugiero que se marchen a su casa o que se vayan a esparragar. Basta con que se hagan a un lado y dejen pasar al siguiente. Si alguien no sabe resolver un problema lo coherente es que lo intente otro. Sin dramatismos. Poco importa si el partido en cuestión elige como nuevo candidato al número dos, al tres o al 33. Que cada cual mueva su banquillo como desee.

Asumo que el escenario que planteo es irreal (de tan sensato), pero nos habría resuelto el problema. En el caso de que los candidatos hubieran sentido la amenaza del relevo habrían llegado a creativos acuerdos políticos. No lo duden ni un instante.

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