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Un dragón menos

Zidane, en Alemania. Caballo blanco, observen.

Hay dos maneras de enfrentarse al Real Madrid y ninguna excluye rezar. La primera pasa por cerrar filas, protegerse en campo propio y fiarse de un contragolpe improbable o de un final loco. Así, más o menos, venció el Betis en el Bernabéu. La otra posibilidad es aceptar el intercambio de golpes y disfrutar del rato que se permanece en pie, que nunca suele ser demasiado. El Borussia Dortmund, tal y como ha demostrado en los últimos años, siempre elige la opción B. Que el rival salga con un ojo amoratado le compensa de cualquier resultado adverso.

Bale, Borja y el Coyote


¿Qué sueña un futbolista antes de un partido? Si sueña con ser protagonista debe tener cuidado. Si sueña con marcar un gol debe matizar su deseo. Si imagina un doblete conviene que especifique la portería. De ser posible una abstracción de los detalles, podemos afirmar que en Anoeta no hubo nadie con tanto protagonismo como Kevin Rodrigues. El lateral vasco-francés de la Real Sociedad marcó un gol a Keylor y otro a Rulli, remató al larguero y fue vencido por Bale en la carrera que propició el tercero del Real Madrid, el más repetido en los resúmenes. Digamos que salió en todas las fotos y en alguna retratado. ¿Qué nota merece alguien tan influyente en lo bueno y en lo malo? Ante la duda propongo un premio a la compleja dualidad del ser humano.

El hambre de Cristiano y las ganas de comer

La tenia de Cristiano y la serpiente de El Principito.

 

Cuando el próximo 26 de mayo se dispute la final de la Champions, probablemente con presencia del Real Madrid (estimación estadística, no sentimental), el partido contra el APOEL nos parecerá de otro siglo. A excepción de los chipriotas y los asistentes al estadio (japoneses debutantes), nadie recordará el rival de la primera noche salvo que consulte las fuentes adecuadas. No le quiero restar importancia al encuentro, pero convendrán conmigo que hay partidos que sólo son memorables si se pierden. Y en este caso, la derrota era una improbable extravagancia por el simple motivo de que Cristiano tenía hambre y el APOEL carece de colmillos.

Me dirán ustedes que Cristiano siempre está hambriento, y es muy cierto: su tenia (o solitaria) es de la familia de las anacondas. Sin embargo, esta vez se le acumulaban las dedicatorias después de 28 días sin vestirse de blanco, y ya hemos dicho por aquí que nada estimula tanto a los futbolistas como cerrar bocas (a los periodistas, a los jueces, a Montoro).

Consejo para transeúntes: no hagamos sangre

Mocitas madrileñas a la salida del estadio. Obsérvese el cielo maravilloso by Goya.

Entre las motivaciones de un lector, cada vez menos (confiemos en cambiar eso pronto), está la del descuartizamiento compartido. El lector, que ya ha trasladado el partido a la sala de despiece, espera que el cronista complete el trabajo y, después de salpicarlo todo sangre, termine por darle razón: pésimo planteamiento táctico, alineación fallida, invisibilidad de Bale, inacción de Benzema, caos absoluto.

Un partido para degustar

Asensio, en un momento del partido contra el Valencia.

El partido del Bernabéu compensa por cien malos partidos. Qué divertido si te abstraes de tus colores. Y qué divertido si no consigues abstraerte. El buen fútbol no es aquel que minimiza los errores defensivos, como todavía predican algunos puristas de triste semblante, sino el que hace prevalecer las maniobras ofensivas. La delicia del fútbol es el intercambio de golpes, la ambición compartida, la ausencia de miedo. De todo hubo. Y por si lo anterior no fuera suficiente, un futbolista sobrevoló la gran noche formando un vendaval de helicóptero: Marco Asensio. Los dos goles que marcó son una anécdota en comparación con su influencia en el juego y su liderazgo sobre el equipo. En un verano ha pasado de promesa a estrella mundial. Es normal que Bale se sienta algo aturdido. Han pasado cuatro años y sigue intentando arrancar su moto.

Silbando al trabajar

Cerezas y tal.

Con intensidad se puede sorprender al Real Madrid. Andone lo demostró al inicio del partido, dos ocasiones. El rumano es un futbolista que conmueve por su hiperactividad. Si fuera soldado tendría el pecho lleno de medallas, condecoraciones por haber tomado una colina protegida por un nido de ametralladoras, cada fin de semana una colina distinta. Hay tipos así: les pides que muerdan y se lo toman al pie de la letra. El problema, siempre existe uno, es que la intensidad es una aceleración que no se sostiene largo rato. El tiempo que al Depor le duró el rugido, el partido tuvo cierta intriga, tampoco excesiva. A los veinte minutos se terminó. La película de suspense dio paso al documental sobre leones.

Morata, los goles y la confianza (o su ausencia)

La confianza, potenciado del talento.

La confianza, potenciador del talento.

 

Hay quien piensa que a Morata no le alcanza. La calidad, se entiende. Lo que yo creo es que no le alcanzan los minutos. Y no lo afirmo por su doblete en Leganés, en campo que algunos considerarán propicio. Lo digo por su rendimiento general en el campeonato de Liga, ocho goles en 888 minutos, uno menos que Benzema en 1.475 y uno más de los que ha conseguido Bale en 1.305. La estadística debería ser un argumento de peso, aunque sólo fuera para abrir el debate, pero es un asunto menor para quienes sostienen que el chico no tiene categoría para ser titular, demasiado desmadejado, demasiado blando, demasiado de la casa.

La táctica de James Bond o cómo ganar a la japonesa

Victoria dedicada a los japoneses.

Victoria dedicada a los japoneses.

 

El resumen general responde a un guion bien conocido: el Real Madrid metió al final los tres goles que anunció al principio, añadan un relleno de incertidumbre trufado de buenas ocasiones del rival para empatar el partido. Para un japonés esto es una película de James Bond en la que el héroe nunca corre verdadero peligro. Para los madridistas de cierta alcurnia esto es un sufrimiento que ataca la úlcera y multiplica las canas.

El Real Madrid se quedó sin voz en un estadio vacío

La caballería polaca contra los Panzer nazis. Mito o no tanto.

La caballería polaca contra los Panzer nazis. Mito o no tanto.

El Real Madrid hubiera agradecido, en ciertos momentos, que el partido sin voz fuera también un partido sin imagen. El corte, de poder elegir, habría durado cuarenta minutos, los que van del gol del belga Vadis Odjidja-Ofoe (bonito nombre, aunque poco pegadizo) hasta el que consiguió el francés Moulin, dos chutazos para enmarcar. En ese tramo, el equipo de Zidane se dejó avasallar por un rival sin público y sin aspiraciones clasificatorias. Nada edificante, como pueden imaginar.

Cierto es que el empate de Kovacic alivió la situación y que un disparo de Lucas Vázquez al travesaño, casi en el último suspiro, pudo haber dado otra voltereta al resultado. Pero no se puede vivir colgado de los milagros. Especialmente cuando se tiene un equipo pensado para evitar sustos y, mayormente, si ganas 0-2 a los 34 minutos.

Mucho Madrid y bastante Rayo

Sólo tienes una vida y de ti depende que sea ensalada de pollo o caca de pollo. Alguien lo dice en una película discreta que a mí me gustó. La frase es relevante por su descarnado realismo. Si aprovechas lo que la vida te ofrece, en el mejor de los casos, podrás ducharte con salsa César. Pero que quede claro: nunca serás un solomillo con patatas. Ahí radica el secreto de la existencia: en volar sin perder el contacto con el suelo, o con la lechuga.

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