
Tarjeta roja. Bang. Hágase a un lado que me enfocan a mí.
Pensaba comenzar escribiendo que todo transcurría con placidez hasta que el árbitro expulsó a Iago Aspas, pero es mentira. Una población considerable de espectadores, debo suponer que madridistas, se sentían ofendidos por la ferocidad del Celta, como si lo educado hubiera sido una moderada apatía, presión mínima y renuncia a disputar los balones divididos. En vez de valorar la capacidad del Real Madrid para sobreponerse al fervor de su adversario (con cierta facilidad, además), ese número indeterminado de seguidores se concentró en el sospechoso interés del Celta por ganar el partido.