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El Real Madrid y la hermosa desesperación

Rutger Hauer, replicante sin réplica.

Hay algo desesperante en la resistencia del Real Madrid a cerrar los partidos. Últimamente se ha habituado a regalar indultos entre los rivales sentenciados, como si Joan Báez fuera el Gobernador de Texas. Sin embargo, y según se mire, en lo desesperante también hay algo admirable. Me refiero a la calma, no confundir con la desidia o el desinterés. La diferencia entre la pachorra y la serenidad es la sabiduría y no olvidemos que el Real Madrid viene de ganar dos Champions consecutivas, lo que equivale a pasar por la Puerta de Tannhäuser como si fuera la de Alcalá.

El Real Madrid pasó un buen rato en el campo del Getafe

No diré que fue un paseo militar porque fue una excursión al campo. Recordó a los partidos que se disputan en los niveles más modestos del fútbol aficionado en la sobremesa de los sábados. Partidos de veteranos, de empresas, de treintañeros castigados y cuarentones irreductibles. Quien los ha disfrutado, o todavía los disfruta, sabe de lo que hablo. Cada equipo juega su propio encuentro con independencia del rival. Sin más estrategia que alcanzar la portería contraria y evitar el corte de digestión. Sin marcajes, sin tensiones excesivas y con novias de primer semestre en las gradas. Si alguien se pone violento no falta quien le recuerda el objetivo fundamental de la reunión: “Oye, tranquilo, que aquí hemos venido a jugar al fútbol”.

El Getafe se tomó la visita del Real Madrid como uno de esos partidos sabatinos donde lo prioritario es ganarse la ducha caliente y las cañitas de después. Ajeno a la tragedia que le ronda, el equipo renunció a las argucias tácticas, incluso a la pasión, y decidió jugar a la pelota, como si el resultado fuera lo de menos. Ignoro la influencia de Esnáider en este acto de pacifismo, pero lo cierto es que nunca se le vio muy alterado: o está resignado o se hizo budista.

Como tantas veces, el ambiente no enardeció el desempeño local. Si el campo no estaba lleno es porque no todos los madrileños saben llegar a Getafe. No diré que desconozcan su ubicación en el mapa; quien más quien menos ha visto los carteles indicadores en la M-40. El problema es que hay madrileños que temen ser devorados en caso de tomar el desvío. Devorados por dragones o por carreteras en bucle, absorbidos por una circunvalación eterna que los haría coincidir en un polígono industrial con los barcos y aviones perdidos en el Triángulo de las Bermudas.

Ni qué decir tiene que el Madrid lo pasó mucho mejor que el Getafe: tuvo tiempo para pensar y campo para correr. Generó un sinfín de ocasiones y marcó cinco goles porque no debía marcar más. James jugó en la posición teórica del bueno del recreo y en su particular exhibición se vio secundado por Isco.

Del Getafe sólo se puede destacar a Sarabia, un futbolista por encima del entorno. Su gol no rescató a su equipo, pero probablemente le rescate a él. Algo es mejor que nada.

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