
El fútbol, ciencia inexacta y caprichosa, suele favorecer el ajuste de cuentas y hasta diría que le gusta ajustarlas. Sobran los ejemplos. El avión del United se estrelló en 1958 y el club, reconstruido por Matt Busby y liderado en el campo por Bobby Charlton (dos supervivientes), ganó la Copa de Europa diez años después. Algo similar ocurrió con la selección de Zambia. En el accidente aéreo de 1993 murió un equipo prometedor que estaba a punto de clasificarse para el Mundial de Estados Unidos. Diecinueve años después, y muy cerca de donde se estrelló el avión, Zambia se proclamó campeona de la Copa de África.
Hay más casos, cientos. La selección de Brasil se repuso de la crueldad del Maracanazo (1950) ganando cinco títulos mundiales; para ello sólo tuvo que cambiar el color de la camiseta (del blanco al amarillo) y dejar que el fútbol hiciera el reajuste correspondiente. El Depor, el ejemplo más cercano, debió esperar cuatro años para ganar la Liga y cicatrizar el penalti de Djukic (1994).
Si cuento todo esto es porque tengo la esperanza de que el sorteo de hoy nos sirva alguna gloriosa revancha. Para el Atlético, uno de los equipos que todavía espera que el fútbol pague sus deudas, se juntan en el bombo los dos rivales que corregirían su historia: Real Madrid y Bayern. Contra ellos fue vencido en la Copa de Europa, minutos 93’ y 120’. Ganar el título doblegando sucesivamente a ambos sería una restitución con intereses millonarios, la reescritura de su historia. Aunque tampoco conviene abusar.
Para el Madrid no hay revanchas. Al contrario, le amenazan los vengadores. Pellegrini, despreciado por Florentino, entrena al City; en el Bayern (léase Guardiola) todavía el escuece el 0-4 de hace dos años. Y qué decir del Atlético. La única duda es si el fútbol, esa ciencia caprichosa e inexacta, habrá elegido esta primavera apara ajustar cuentas o para seguir honrando al Madrid, el equipo que no se ha cambiado nunca la camiseta blanca.