¡FINAL! Primeros tres puntos en el Europeo tras una EXHIBICIÓN DE JUEGO Y PEGADA frente a Macedonia. #ESPMKD #APorLaQuinta #U21EURO pic.twitter.com/wm6fJYhko7
— Selección Española (@SeFutbol) June 17, 2017
Marco Asensio. Lo escribo disfrutando del tacto de las teclas, como se pelan las gambas de Huelva o como se retiran los envoltorios que esconden tesoros, y no me adentraré en otras comparaciones porque este es un relato Sub-21. Marco Asensio. No hacían falta dotes adivinatorias para señalarlo como una de las estrellas del campeonato. En sus últimas intervenciones con el Real Madrid, las que van del gol al Bayern al final de la temporada, había generado un asombro sin disidencias. No eran los goles, sino el modo de conducir el balón, ese aire que comparten los superdotados y que es muy diferente del huracán que envuelve a los jugadores en racha.
El Europeo se presentaba como una oportunidad para seguir indagando en su catálogo de habilidades y calibrar su capacidad de liderazgo o influencia en el equipo. Es fascinante ver crecer a un genio y este fue el gran aliciente de la victoria de España frente a Macedonia. Ya no habrá quien pueda sentirse sorprendido, ya no es una esperanza exclusiva del madridismo. Marco Asensio es, probablemente junto a Mbappé, el futbolista más prometedor de Europa. Ya lo sabría el mundo entero si fuéramos tan entusiastas con el talento nacional como lo somos con el extranjero.
Los tres goles que consiguió contra Macedonia tendrán un efecto potenciador de su figura en estos días sin más fútbol que esa Confederaciones que se pixela cuando no la juegas. Los imagino repetidos en las televisiones igual que los veo circular en las redes. Una vez más, el asombro trascenderá los goles y se concentrará en la facilidad, en el modo de conducir el balón y en ese aire especial que algunos llaman aura.
Cumplido el homenaje a Marco Asensio, la siguiente genuflexión la merece Macedonia. Es muy extraño que un equipo juegue bien y pierda 5-0. Se han dado poquísimos casos en la historia y hemos de agradecerlo, porque la aspiración estética no tendría sentido si estadísticamente no tuviera una traslación positiva en el marcador. Comprendo la desolación de Macedonia y confieso que, por momentos, me sentí más próximo a los macedonios desdichados que a sus verdugos implacables, a los que bastó la pegada para aplastar al rival. Así éramos nosotros hasta que salieron al rescate los chicos sin memoria, y ya vamos por la segunda generación.
Para finalizar, si me lo permiten, pelaré otra gamba onubense y liberaré otro cierre, que hace calor: Marco Asensio.