Kroos y Morata, en un momento del partido de ayer.

Kroos y Morata, en un momento del partido de ayer.

 

La aclaración sobra, pero la haremos igualmente: de lo que sucedió en León no se pueden extraer conclusiones relevantes, ni para el Real Madrid ni para la Cultural Leonesa. A la enorme diferencia de recursos se sumó, en los primeros minutos, una suerte muy desigual. Van a tener razón quienes sospechan que la buena fortuna es una rubia platino a la que le gustan los millonarios. Lo pudieron comprobar los aficionados leoneses: gol en propia puerta a los seis minutos y lesión del capitán local muy poco después. Añadan la ansiedad consiguiente y la falta de acierto. Sólo faltó un rayo sobre el portero de la Cultural. A cambio le cayeron siete goles.

Constatados los atenuantes, la exhibición atacante del Real Madrid no deber ser pasada por alto. No asistimos a una anodina sucesión de goles, sino a un juego excepcional por lo dinámico de los movimientos. Hacer coincidir sobre el campo a futbolistas como Isco, James o Asensio, de posiciones intercambiables, provoca lo que podríamos denominar un efecto enjambre, similar en cierto sentido al que generaba la proliferación de bajitos jugones en la Selección del tiqui-taca.