Llegó con retraso, ahí estuvo todo.
Llegó con retraso, ahí estuvo todo.

 

—Mono, ¿cómo va la tormenta?

—Está en Segovia, Míster, va camino de Los Angeles de San Rafael.

—Cojonudo, pero jugamos en el Calderón.

—Viene, viene, ya la huelo, carajo.

—Que venga pronto porque nos marcan. Mono, hay que joderse, cumplen los chicos, pero nos falla el cielo.

—Su reputísima, hasta el Meteosat es del Madrid.

 

Sólo ellos lo sabían y no se lo comentaron a nadie del club para no pasar por locos. Y para no gafar. Sobre todo, para no gafar. Únicamente estaba al tanto un furibundo atlético del Centro Meteorológico Europeo. Con él se planificó la táctica. Salimos a morir, marcamos uno o dos, los que se pueda, y luego al barro. El diluvio debía caer sobre las 21:15. El Niágara sobre el césped. Será como la noche de los Rolling. Así lo había vaticinado M. F. Z., doctor en Físicas, comprendan que preservemos su identidad, y más aún después del error de cálculo.

 

Por ahí arriba se perdió el milagro. Por abajo lo tenían todo estudiado, repetido mil veces. A pesar de las arengas, el sentido común indicaba que no se podía ser mejor que el Madrid en el total de los 90 minutos, pero sí un tercio, tal vez la mitad. Cumplido ese tramo había que intentarlo con otro deporte y el piragüismo parecía oportuno. Los merengones lo sufrirían más porque, como todo el mundo sabe, apenas llueve en Beverly Hills. Y además por allí se mueven en yate, ni repajolera idea de lo que es un remo.

 

No, no era a la grada hacia donde miraba el Cholo. Era a la nube negra, a la revolución de iones que precede al diluvio, según había explicado el doctor, el puto doctor.

 

El Mono comenta ahora que los futbolistas sabían algo. Y que se despistaron, y que por esa rendija se coló Benzema y se fue todo al carajo. También asegura que el doctor era del Madrid y que le va arrancar la cabeza si se lo encuentra algún día. Sin violencia, asegura, pero sin cabeza.

 

Todavía llueve. En eso llevaba razón Marcial Fernández Zabala, doctor en Físicas y jefe del Departamento de Previsión de Tormentas. Lloverá tanto que el campo se quedará impracticable, un puro charco. Y se reía el cabrón. Ese era el antídoto contra Isco, ahogarlo. Y el mismo contra Modric, sumergirlo. Esta vez, la idea no era celebrar en Neptuno, sino celebrar con Neptuno.

—Mono, nos la metieron otra vez.

—Pero anduvimos cerca, Cholo. ¿Tú viste las caras de la gente? ¡Les hicimos creer en el milagro! ¡Si llueve a la hora prevista nos canonizan, nos ponen una túnica blanca!

—Mejor así, entonces, mejor así.

7 comentarios en «El diluvio que vino tarde»
  1. Todo estaba preparado, el campo tenía tanta arena que parecía la playa de Mi Señora, el balón no corría y en esas condiciones​, el anti fútbol podría triunfar. Pero tener 11 orejonas es como tener un pozo de sabiduría y el Madrid es tan grande que supo salir a buscar percebes en las rocas y obtener el precio del billete a la final

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *