Nacho, en algún lugar o en todos.
Nacho, en algún lugar o en todos.

 

Hay varias formas de enfocar la crónica. La primera es por la proximidad del título. En ese caso el partido es intrascendente porque el resultado lo ocupa todo. Salvado otro escollo, una victoria y un empate (o viceversa) bastarán para dar el primer paso al doblete. Asumo que esta afirmación inquieta a los madridistas porque está instalado que anticipar una conquista es una buena manera de frustrarla, pero insisto pese a todo. El Real Madrid se encuentra a tres partidos de cumplir un viejo sueño: no dejarse plata por el camino. Y las supersticiones carecen de sentido, porque los lobos no acarician las patas de los conejos, se los comen.

La siguiente posibilidad es concentrarse en los goles y en quien más marcó: Cristiano. Podremos afirmar entonces que la dosificación de minutos ha tenido un efecto rejuvenecedor, tal y como confirma su vientre plano.

Sin embargo, prefiero poner el ojo en otros protagonistas. Concretamente en Nacho, Keylor y Kroos. Del canterano no pretendo enumerar sus utilidades de navaja suiza o su pulcritud en el juego. Ya está dicho y bien explicado que sirve para todo lo que le mandan y seguramente para tareas que aún no le han asignado. Lo que me atrae es su apariencia de universitario de primer año y protagonista de Sensación de Vivir. Asistir a su pillería de hoy, después de imaginar que no había roto un plato en su vida, nos sitúa ante una nueva dimensión: la del joven que las mata callando o la del muchacho que perdió su inocencia en partido televisado. Como comprenderán, ambas opciones son fascinantes.

A Keylor lo traigo a colación como pieza fundamental para explicar el partido y como héroe en permanente déficit de reconocimiento. A Kroos como ejemplo de sutileza. Su remate con el exterior del pie, precisamente a centro de Nacho, es una representación de la confianza y la superioridad de un jugador que se sabe guapo en un equipo que se siente bello. Difícil perder cuando el espejo te deja propina.

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