Máxima expectación entre casi todo el mundo.
Máxima expectación entre casi todo el mundo.

 

Gran partido. Homérico, impetuoso. Intenso por si no les pareció grande. Descarnadamente peleado y esto no lo discutiremos. Qué más se puede añadir sin ser redundante, sin manchar de retórica esta divina explosión, o implosión convencional, si lo prefieren, no vamos a enredarnos en discusiones de química inflamable. Prescindiré de los análisis tácticos porque para disfrutar de la emoción no hace falta trazarle el árbol genealógico. Obviaré el relato porque el viento pudo cambiar en cada remate o en cada decisión arbitral, en aquel tiro de Benzema o en aquel otro de Vietto, en el penalti evidente o en la consecución de decisiones sibilinas, tan perversas que habrán pasado inadvertidas para el ojo no entrenado, no para el nuestro, naturalmente.

No hablaré sobre los efectos trágicos de los aniversarios y de los récords o sobre cómo afeitan las guillotinas afiladas. Igualmente, pasaré por alto la alineación de Zidane, detalle menor. No me detendré en ninguno de los aspectos anteriores ni haré valoraciones sobre la justicia del resultado, aunque me veo en condiciones. Y no lo haré, caballeros (y damas, si las hubiera), porque si han llegado hasta aquí merecen saberlo: no he visto el partido. Al menos no lo he visto antes de ponerme a escribir, que suele ser la forma más extendida de redactar una crónica. Y no lo he visto porque esta misma noche he quedado con varios compañeros del colegio con los que no me encuentro desde hace más de veinte años, prácticamente treinta, y me resultaba de una ordinariez supina cambiar la cita fijada, o acudir a ella con un ordenador y unos auriculares. Ya les habré parecido suficientemente excéntrico, o aburrido, o gordo, o bajito, como para incorporar nuevas taras.

Se preguntarán algunos por qué diablos no me he tomado la noche libre. Bien, también me lo pregunto yo. Mi esquizofrénica respuesta es que no he faltado a un partido del Real Madrid desde que la pasada temporada decidí que seguiría corriendo a pesar de no tener dorsal. Y así continuo. A la espera de encandilar a algún magnate de la comunicación (se resisten), me conformo con servir el rancho a familiares de primer grado, amigos a prueba de bala, turistas accidentales y otros deliciosos lunáticos. De modo que, ante el dramático trance de elegir entre la tradición autoimpuesta y mis amigos del colegio, he optado por una fórmula intermedia: ustedes y ellos. Si cuando regrese esta noche descubro que algún amable lector ha tenido a bien contarme el Real Madrid-Sevilla, se lo agradeceré contándole yo mi cena. En ambos casos intuyo partidazo.

6 comentarios en «Partidazo con trampa»
  1. Qué bueno… y yo diciendo que dice este de Benzema…hasta ahí lo estabas clavando…

    Lo único tras más de 20 años, que la quedada haya acabado tan pronto se me hace un poco raro … aunque lógico por otro lado con lo que hay que asimilar en ese tipo de reuniones…

  2. Cualquiera que anteponga la persona al trabajo y/o aficiones tendrá siempre mi admiración.Si además escribe sobre ciertas cosas y lo hace como tú,doblemente.
    Lástima no ser un magnate.De la comunicación o de lo que sea.

  3. Yo vi el partido, Juanma querido, en la app del Madrí, bajo un calor insoportable, aquí en Paraná. Estuve a nada de tirarme al río a cada gol, pero me lo impedía la duda: qué pasaría si el madrid marcaba otro gol. En fin, fue fantastico … igual que un reencuentro con los coelgas de antaño.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *