Josefa Cotillo Martínez, polaca de Lavapiés.
Josefa Cotillo Martínez, polaca de Lavapiés.

 

Polonia, para aquellos que sabemos poco de Polonia, es un país maltratado por la historia, ubicado en el peor lugar durante los peores momentos, renacido con la lucha que abanderó Walesa y que promocionó durante el Mundial 82 una pancarta que rezaba (nunca mejor dicho) “Solidarnosc”. Polonia, para quienes sabemos poco, es una evocación eminentemente positiva (la zurda de Boniek y el cine de Polanski), aunque la única polaca que hemos conocido (“La Polaca”) fuera una bailaora nacida en Lavapiés.

Que los ultras del Legia se cuenten entre los más violentos de Europa llama mucho la atención a quienes sabemos poco de Polonia. Tal vez pensábamos, sin meditarlo mucho, que por allí los jóvenes andarían tocando el violín y que podríamos recibir al Legia y a sus aficionados con los brazos abiertos, simpáticos violinistas rubios con novias bailaoras de flamenco. Pues no. Los hinchas del Legia muerden y, como sucede con los perros, no conviene preguntarles por qué lo hacen. Lo único cierto es que el equipo de fútbol lleva en el pecho una gran letra L porque todavía está en prácticas.

El Madrid, que también sabe poco de Polonia y de violines, se tomó el partido con cierta pachorra, sin tensión defensiva, dando por hecho el triunfo y la goleada. La impresión es que no se preocupó mucho la primera vez que los polacos se presentaron en su portería, ni a la segunda ocasión, si acaso un poco más a la tercera, cuarta y quinta.

Para asombro del público presente y televidente, el plan del Legia en el Bernabéu era el intercambio de golpes, una táctica insensata, pero muy del gusto de sus hinchas. De modo que el partido se cuajó de oportunidades de gol en las que el Madrid disparaba con revólver y su rival con tirachinas. No queda claro si los ultras celebraron tan efusivamente el gol de los suyos porque reconocieron su valentía o porque multiplican por cinco el valor de los goles fuera de casa. Tampoco les interrogaremos sobre esta cuestión.

Diríamos que fue una noche feliz para el madridismo (algo menos para la Oficina Polaca de Turismo), si no fuera porque Cristiano se marchó algo apesadumbrado por no marcar. Así es la vida de puñetera: el hombre que tanto tiene y que tanto gana sigue perdiendo partidos contra su ego.

Un comentario en «Polonia en el Bernabéu»

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