El vídeo arbitraje es una gran chapuza: al peligro natural inherente a cualquier árbitro, se suma el peligro acumulado de media docena. No hay manera de resolver la subjetividad, si es lo que se pretendía. Tampoco hay forma de agilizar el proceso. Todo se llena de una confusión casi cómica cuando el árbitro recibe el chivatazo por el auricular y corre a consultar el monitor instalado en la banda. Así terminó el partido entre el Real Madrid y el América, sin que supiéramos si el gol de Cristiano era legal, ilegal o telegénico. Finalmente, después de mucho sonrojo, subió al marcador.

Anécdotas al margen, el Real Madrid venció al América porque no cabía otra posibilidad. Apenas encontró trampas por el camino. Observó, eso sí, que necesitaría correr más de lo previsto. No tardó en advertir que se enfrentaba a un equipo orgulloso, rápido en el contragolpe, bien dotado físicamente (entiéndanme) y mortalmente expuesto en la salida del balón. Doblegar esa resistencia sería una cuestión de tiempo. Concretamente, 46 minutos, gol de Benzema.

Es muy posible que el América hubiera sido derrotado con cualquier plan, pero el que eligió, el que define a su entrenador, favoreció al Real Madrid. Salir jugando es un buen consejo en términos generales, extensible para niños y adultos. Sin embargo, los sistemas, a un cierto nivel, deben adaptarse a las características de los jugadores propios y ajenos. La impresión que dejó el América es que hubiera resultado más peligroso de haber apostado por al contragolpe; refugiado en su campo y saltándose las transiciones. Si no tienes excelsos centrocampistas, evítalos. Este también es un buen consejo para niños y adultos.

Lucas Vázquez fue el jugador del partido si atendemos a lo general. No hubo nadie más entusiasta sobre el terreno de juego y los alrededores. Si nos fijamos en la concreto nada fue tan extraordinario como el golpeo de Benzema en el primer gol. Su chut con el exterior del pie está reservado a los muy exquisitos. El niño Karim lo celebró con una gran sonrisa: había conseguido diez vidas más para seguir jugando a los marcianitos.

Un comentario en «Benzema y el teatro del absurdo»

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