Froome-Nairo. Duelo al sol.
Froome-Nairo. Duelo al sol.

 

Cuando Simon Yates atacó al grupo de favoritos a falta de 39 kilómetros para la meta, en plena subida al Marie-Blanque, se despertó la expectativa de una etapa histórica. La expectativa se mantuvo hasta el último instante, después de que Quintana y Froome, ambos colosales, tomaran el relevo del audaz Yates. No hizo falta más. Basta lo dicho para que podamos considerar lo ocurrido como inolvidable, que es la primera categoría de lo histórico.

Es cierto. No sucedió nada relevante si lo medimos con un reloj. Quintana y Froome llegaron juntos a la meta y Yates apenas les recortó un minuto. Sin embargo, el resultado es una minucia, casi una vulgaridad, en comparación con la promesa permanente de un momento único. Durante mucho tiempo asistimos a una sucesión de hechos extraordinarios sin tiempo para cerrar la boca. Primero, el desafío de un joven ciclista al orden natural de las cosas. Para atacar desde tan lejos, y para sostener la apuesta, hay que tener un punto de locura y muchas arrobas de talento. También es necesario contar con un director con el mismo punto de chifladura y con un ingenio similar (Neal Stephens Fan Club).

No hubo ni pizca de improvisación en la jugada de Orica. Todo estaba medido y en el ciclismo pocos espectáculos pueden compararse al de un plan que se nos releva de pronto. Eso hacían los tres ciclistas de Stephens en la multitudinaria fuga de la jornada (41): preparar el desembarco, iniciarlo, saltar en paracaídas sobre un etapa que era un reclamo para tipos valientes.

Que aquello tuviera continuación con el duelo al sol entre Froome y Nairo, los mejores corredores de la actualidad, elevó la jornada a un nivel por encima del éxtasis ciclista. Cuesta recordar una concatenación de hachazos como los de Quintana a Froome, y una sucesión de respuestas igualmente certeras. Debió resultar desesperante para Contador observar cómo su mejor tarde no le alcanzaba para seguir el ritmo de los dos monstruos.

Ganó Gesink, esa fue la última gran noticia. Cuando levantó los brazos, no sólo festejó su victoria: celebró su resurrección.

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