Relatos de deporte, cine, política y de lo que sea menester

Mes: noviembre 2016

Partido con niña

Todas las bufandas existen. Pregunten y verán.

Todas las bufandas existen. Pregunten y verán.

 

Primer partido de fútbol para una niña de seis años. Primera visita al estadio Bernabéu y aproximación a pie. Las pulsaciones de la pequeña son las de Indurain en reposo. Las de su padre se disparan. La irreverencia inicial es leve: se come el bocadillo antes de llegar al campo. Acto seguido, sobreviene la que será la gran sorpresa de la noche: la fila de autobuses. Nada superará esa visión. Autobuses y autobuses y, entre ellos, asómbrense, un minubús. Ni el gentío ni la visión del césped reflectante igualarán ese impacto brutal. Tampoco los goles.

Instalados en la grada, se suceden las preguntas impertinentes.

—¿Va a salir Torres?

—No, cariño, es del Atleti.

—¿Los de rosa son del Madrid?

—No, de la Cultural Leonesa.

Fallar a pulso

El Sporting, en un momento del partido de ayer.

El Sporting, en un momento del partido.

 

En estos días de condolencias habría que dejar alguna para Duje Cop, que mandó al limbo un penalti en el Bernabéu. Hubiera significado el empate del Sporting y no es aventurado pensar que con esa misma igualada se habría llegado al final del partido, el Madrid ya andaba fatigado y la lluvia era una cortina demasiada espesa. Para mayor escarnio quedará que Duje Cop se tomó las pulsaciones antes del lanzamiento, como si tal cosa sirviera para algo. De tenerlas disparadas, dudo que el árbitro le hubiera aceptado un receso o una tila. De tener la tensión baja tampoco creo que hubiera estado en condiciones de encargar un café solo con tres de azúcar y dos onzas de chocolate al 70%. El caso es que el balón salió de allí volando como una paloma perseguida por un niño o por un cardiólogo.

El terrible momento.

El terrible momento.

Imagino a Duje Cop abatido en el vestuario y supongo a sus compañeros en procesión de funeral: estas cosas pasan, los falla quien los tira, no había quien la pegara con tanta lluvia. Un consuelo protocolario que alguno completará con una carantoña o una palmetada, pero sin recrearse, porque no sería la primera vez que, en circunstancias similares, el cachete deriva en puñetazo, serás cabrón, y el puñetazo en pelea tumultuaria, y es que nadie se mide las pulsaciones cuando debería.

Todos somos, en el mejor de los casos, Duje Cop. Lo sabríamos si hubiéramos sido capaces de saltar todas las vallas hasta llegar al penalti del Bernabéu, el mundo entero mirando, y nosotros calados hasta los huesos, tratando de buscar un asidero racional y, al no encontrarlo, palpándonos la yugular, no para medir las pulsaciones, sino para comprobar que todavía estamos vivos.

Aliados: partido amistoso

Gran póster, película floja.

Gran póster, película floja.

 

Es imposible no suspirar por lo que hubiera sido Aliados en manos de Hitchcock o Tarantino. Lo que hubiera sido en manos de Scorsese ya lo sabemos: Infiltrados. Hay que culpar del intento fallido al director Robert Zemeckis, cineasta de otros territorios: Náufragos, Forrest Gump…. Lo que pudo ser una buena película, con los ingredientes que casi siempre funcionan (amor, guerra, espías), se queda en un entretenimiento menor. El primer error, y es grave, es que la historia arranca saturada de color en un lugar que pretende ser Casablanca durante la Segunda Guerra Mundial. Por favor, Zemeckis. La Casablanca auténtica, aunque no lo fuera, se rodó en blanco y negro, con aeropuerto neblinoso y con un local de culto, el Rick’s Café Americain. Cualquier otra recreación es, por definición, una mala copia.

La siguiente aberración del director es desaprovechar a dos actores como Brad Pitt y Marion Cotillard, principal reclamo de la película. No funciona ninguno, ni juntos ni por separado, no hay química, ni sexo, ni lumbre para encenderse el cigarro ni calor para templarse el café. Es materialmente imposible que tuvieran una aventura amorosa durante el rodaje, porque estas cosas salpican, salvo que el empeño de ambos haya sido fingir lo contrario para engañar a Angelina, en cuyo caso merecen un par de Oscars.

Coentrao, ese hombre

Jerry Lewis, homenajeado en el José Alvalade.

Jerry Lewis, homenajeado en el José Alvalade.

 

Como de cada partido hay que destacar el hecho más prodigioso (o el más aproximado), esta crónica tiene la obligación de comenzar por Fabio Coentrao. Guille Uzquiano, fino analista y compañero en Movistar +, escribió en Twitter que “es uno de los jugadores más misteriosos del Real Madrid en los últimos veinte años”. Estando de acuerdo con el misterio, disiento del arco temporal. No creo que haya habido nunca un futbolista más inexplicable, porque de haber existido habría alguna reseña en los libros de historia. En ningún lugar se da noticia de un jugador con semejante habilidad para desaparecer, o para romper cosas, o para jugar finales y hacerlo razonablemente bien. En el caso de Coentrao, nada encaja con lo anterior. Ni siquiera nuestra desafección. Para mi sorpresa, cada vez tengo en mayor estima a este tipo indescifrable capaz de cometer un penalti con el brazo que reclama la mano de un rival. Esa acción no es una torpeza, sino un gag de Jerry Lewis. Al mismo tiempo, será el estímulo que encontrará para cerrarnos la boca en la próxima final. Así es la vida, mis jóvenes amigos. Con los años te gusta más lo que no terminas de entender.

Diamantes por la borda

Nada raya tanto como un diamante. Recuérdenlo.

Nada raya tanto como un diamante. Recuérdenlo.

Entra dentro de lo posible que el mejor Atlético de Simeone fuera inmejorable porque no podía parecerse más a su entrenador. Afinarlo ha sido separarse del modelo. Ya no es el Cholo quien está representado sobre el campo, sino un proyecto aspiracional que pretende combinar el esfuerzo extremo con la inspiración sublime, como si tal cosa fuera realizable. El Real Madrid sabe que no lo es. Por eso, en sus mejores noches, arroja un diamante por la borda para quitarse lastre.

Así ocurrió en el Calderón. Bendecido por las lesiones que masacran a otros equipos y que al Madrid lo aligeran, Zidane pudo alinear un equipo compensado. Sin Benzema, el esquema se hizo más dinámico y el mediocampo más sólido, enriquecido en la mediapunta por la desbordante creatividad de Isco. No es un problema de Benzema, quede claro. Apuesto a que sin Bale o Cristiano el resultado hubiera sido muy similar. Se trata, simplemente, de no morir ahogado en confeti.

Despedidas

Niño indio en busca de rostro pálido.

Niño indio en busca de rostro pálido.

 

Por Irene García (@IreneGarciaRM)

Hemos superado el coitus interrumptus al que nos somete el parón de Selecciones con una bofetada de gusto tal como aquella que le diste a tu ex cuando al final descubriste que sí, era precisamente lo que parecía. Bendito sea el golpe al estado catatónico en el que nos sumerge la falta del campeonato patrio, que, además, vuelve llamando a las puertas de un romanticismo que firmaría el mismísimo Espronceda con el que será el último derbi madrileño en el Vicente Calderón. Vuelve aquél de fachada quijotesca al once de Zidane, ese de cuyo nombre no quieren acordarse los atléticos, y podremos comprobar si cualquier pasado sin Sergio Ramos fue mejor, o peor. Espero al aprendiz de Galeano jaleando y agitando los brazos al borde del disloque, mientras al paciente francés no se le mueve un pelo de su vie en roseCreo en el querer del Madrid por ser generoso con el momento, con la atmósfera y con Sabina, entregándose a la causa con una victoria, porque, aunque pierda, el Atleti siempre gana.

A Benzema le esperamos en el muelle de San Blas, que para algo lo emotivo de la cita, dudando de si llegará un poco o a medias para darle la oportunidad a Lucas Vázquez. Al madridismo le gusta la opción del gallego en el once titular junto a una pareja a la que, al contrario que a nosotros, la convocatoria internacional no les ha dejado con las ganas. Al Atlético, el Manzanares le seguirá devolviendo un reflejo con cara de Tuco: “El mundo se divide en dos categorías, Tuco, los que tienen el revólver cargado y los que cavan. Tú cavas”. Griezmann bailará con la más fea, Gabi rendirá homenaje a su dorsal con el enfrentamiento número 14 en su carrera frente al Real Madrid, y Oblak tratará de olvidar el escondite inglés al que jugó en la final de Milán para amargarle a Cristiano las mejores semanas de su vida. En esas estamos, a la espera de la épica, el mosaico pertinente y los clarines y timbales de un estadio clamando venganza con el arco entre los dientes para recibir al líder de la Liga. Y es que ya se sabe, que, aunque el Madrid gane, siempre pierde.

Los extraños cambios de dirección de la suerte

Diosa Fortuna, peligrosa pelirroja.

Diosa Fortuna, peligrosa pelirroja.

 

Por Chobo Álvarez

Se levantó hundido entre las sábanas del hotel, motivado por lo que le venía. Era su primera vez en la ciudad de Granada, para defender a su país en una competencia que siempre les ha sido esquiva. Su día comenzó bien, mejor de lo esperado, con pequeños detalles que lo guiaban a pensar en lo mejor. Pudo conciliar sus problemas de insomnio, se llevó el último vaso de jugo de naranja del desayuno y el DT le informó que iba de titular. Suerte o no, Darko Velkovski sentía que el día le sonreía.

A sus 21 años la ilusión de vestir la camiseta de Macedonia era una realidad. Estaba listo para su cuarto partido, el primero oficial y frente a un rival que contribuía con la ilusión de un gran día. La idea de sorprender a una selección campeona del mundo no le parecía tan descabellada con el paso de los minutos. Al fin y al cabo, para él la suerte estaba de su lado.

Ni siquiera la lesión de Alekovski, el portero titular, lo desanimó. “Puede ser una señal positiva”, pensó mientras se amarró el botín derecho. Escuchó a su técnico las últimas indicaciones de la ordenada estrategia que pretendían aplicar, repasó los últimos detalles para combatir la presión española y se convenció de sus oportunidades. El comienzo del partido incluso lo ilusionó más, con dos ocasiones claras para su humilde equipo.

Velkoski, entre abatido y desolado a pesar del buen cabezazo.

Velkoski, entre abatido y desolado a pesar del buen cabezazo.

Poco sabía Velkoski que su percepción estaba por cambiar en doce minutos. Desconcertado miró a sus compañeros en busca de una explicación. Un extraño giro en su cabeza terminó de vencer su propia puerta. Su primer gol en la selección y en contra. Un punto de inflexión para su día y el juego.

Tuvo que aguantar varias arremetidas rojas y tratar de mantener su estratégico trabajo. Sintió como la presión del rival los hacia tambalear con el pasar de los minutos. Observó a Vitolo marcar un gol que sepultó sus oportunidades. Le tocó tragarse la desilusión al ver como De Gea le negaba el gol a su selección. Incluso recibió un pelotazo en el estomago. ¿Qué más podía salir mal?

Capaz que su rival empiece a soltarse en los últimos minutos. Posiblemente observar una ráfaga de toques precisos que termine en el tercer gol español. O que inmediatamente luego, el veterano Aduriz le dé una cachetada para complicar la digestión de la goleada. Desorbitado, para él desde ese autogol, la fortuna dejó de estar de su lado.

Los líos de Leo

Graffiti de Messi junto a su sombra.

Graffiti de Messi junto a su sombra. El niño es humano.

Por Catalina Lombana

De seguro aquella vez que Messi aclaró, para el mundo entero, que su nombre abreviado se decía ‘Leo’ y no ‘Lío’, por su cabeza no pasaba la posibilidad de retirarse del fútbol siendo el más grande de la historia y sin un solo título con su Selección. ‘Lío’ suena a problema, y ¿quién quiere ser llamado problema? Pero él sí que los ha tenido vestido de rayas albiazules.

La historia aún no ha terminado de escribirse, pero a Messi se le agotan las páginas y en el fútbol no hay refill de diarios. Escribes uno, y ya está. Como un buen lector, el pueblo gaucho aún sigue comprando ese libro. Algunos más escépticos que otros, pero todos, sin falta, con el fervor deseo de que ojalá para la pulga, en el suyo quede bien grabada, con negrillas y en mayúscula, la diferencia entre ‘Lío’ y ‘Leo’.

Galgos o podencos

Bale, poco antes de controlar el pase de Isco en el primer gol.

Bale, poco antes de controlar el pase de Isco en el primer gol.

 

Si tienes galgos, haz que corran. Parece obvio, pero no debe serlo tanto. El Real Madrid empleó 37 minutos en entender que la defensa del Leganés, muy adelantada, se descosía con desmarques en velocidad. Digo el Real Madrid, pero debería ser más concreto y apuntar a sus delanteros y, probablemente, a su entrenador. La aportación de Cristiano, Morata y Bale fue inútil mientras intercambiaron sus posiciones en línea horizontal. A sus vigilantes les importaba poco que quien empezó por la izquierda se moviera luego por la derecha o por el centro. Nada grave mientras los atacantes aguardaran el balón al pie y se dejaran planchar el dorsal.

Así nos pasamos más de media hora, que puede ser mucho tiempo cuando no ocurre absolutamente nada. El Leganés no perdía ni la figura ni olvidaba la presión. El Madrid se ahogaba en esa ausencia de espacio y, a falta de gol, el público se consolaba con el sol, que sacaba pecho después de tres días de lluvia.

El Real Madrid se quedó sin voz en un estadio vacío

La caballería polaca contra los Panzer nazis. Mito o no tanto.

La caballería polaca contra los Panzer nazis. Mito o no tanto.

El Real Madrid hubiera agradecido, en ciertos momentos, que el partido sin voz fuera también un partido sin imagen. El corte, de poder elegir, habría durado cuarenta minutos, los que van del gol del belga Vadis Odjidja-Ofoe (bonito nombre, aunque poco pegadizo) hasta el que consiguió el francés Moulin, dos chutazos para enmarcar. En ese tramo, el equipo de Zidane se dejó avasallar por un rival sin público y sin aspiraciones clasificatorias. Nada edificante, como pueden imaginar.

Cierto es que el empate de Kovacic alivió la situación y que un disparo de Lucas Vázquez al travesaño, casi en el último suspiro, pudo haber dado otra voltereta al resultado. Pero no se puede vivir colgado de los milagros. Especialmente cuando se tiene un equipo pensado para evitar sustos y, mayormente, si ganas 0-2 a los 34 minutos.

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