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#LaDiferenciaPelayo: España se ganó las vacaciones


La duda es si tendrían ganas. Si no jugarían con chanclas. Piensen en su último día de trabajo antes de irse de vacaciones. Recuerden en qué piensan. En hacer la maleta. En el apartamento que espera. En la paella con vistas al mar. Donde dije paella pongan langosta y donde escribí apartamento imaginen un hotel con playa privada y embarcadero propio. Pero es lo mismo. Deseos de esfumarse. De cambiar de entorno. Tiempo para descubrir que sólo hay un placer comparable a irse: volver.

#LaDiferenciaPelayo: ¡Que viva la tecnología!

 

Qué sensación. Nos tienen miedo. No ha hecho más que empezar y ellos se repliegan y esperan. Corren detrás del balón que tenemos nosotros. Corren rápido, también es cierto. Pero es que si fueran lentos serían Luxemburgo, dicho con todo el afecto. Seguimos tocando. Bajitos crecidos. Atentos al espacio que se abre en una banda cada vez que la defensa francesa se concentra en la opuesta. Koke se encarga de los envíos. Koke, de blanco, con perdón. Pedro anda entusiasmado, eso se ve pronto; cada uno pide disculpas a su manera. Carvajal explora por la derecha, pero en cuanto se despista le exploran a él. Ese Kurzawa es un galgo, uno más en el canódromo.

Qué sensación. París siente complejo o todavía le asusta el Barça. París, amigos, la ciudad con borlas en los tejados. París no es la capital de Francia, es la alcoba de Europa. Bien, pues esa ciudad asume su inferioridad. Seguimos tocando. A Iniesta le divierte el tráfico. También a Isco. Llegan, miran, vuelven, van. En cada giro, gira Francia. Nos ha venido bien que nos rajaran la espalda un par de veces. Así sucedió al inicio. Mbappé se presentó como un velocista de primer nivel (100, 200 y 110 vallas) y Koscielny como rematador de cabeza dura. Nos vino bien porque no nos volvimos a fiar. Hasta el descanso.

#LaDiferenciaPelayo: España se gusta en Gijón

España celebra el primer gol. Foto: RFEF.

España celebra el primer gol. Foto: RFEF.

 

España fue España, la de los últimos nueve años con ciertas interrupciones que son cicatrices que nos aportan carácter. La Selección jugó con el estilo que impusieron aquellos bajitos ilustres, algunos de los cuales todavía resisten y dictan cátedra o marcan gol. La fórmula es conocida: toque y elaboración, ayudas constantes y la portería como un destino irremediable, pero no primordial.

Debe ser terrible jugar contra un equipo así. Es muy posible que, después de correr durante tanto tiempo detrás de la pelota, el rival olvide el motivo de la persecución y comience a pensar en sus cosas, en regar los geranios o en cambiar el aceite al Porsche. En el fondo, eso es domesticar. Conseguir que el león sueñe con ratones y deje de imaginar antílopes y exploradores.

Lo que diga Iniesta

Iniesta venció, sin caballo y sin cimitarra.

Iniesta venció, sin caballo y sin cimitarra.

Cabe pensar que si Iniesta no ha brillado más durante su carrera deportiva ha sido por respeto a los más veteranos o a los más mediáticos, por pura educación. De ser cierto, se entendería mejor su exhibición en la presente Eurocopa. En una Selección sin Xavi y en un equipo sin Messi, Iniesta ha aceptado con absoluta naturalidad el liderazgo que le otorga su mayor edad y su mayor talento. Lo que no podía imaginar, ni él ni nosotros, es que iba a gozarlo tanto. Resulta evidente que Iniesta se gusta en el papel de estrella, un destino que se le anunció hace 20 años pero que nunca había disfrutado plenamente. Llamado a ser protagonista, Iniesta se limitó, demasiadas veces, a ser complemento. Hasta ahora.

Piqué y cierra España

Piqué, la salvación de España. Para que luego digan.

Piqué, la salvación de España. Para que luego digan.

El fútbol es un sádico adorable. Cuando ya empezábamos a dudar de la existencia de un nueve y de un dios, Piqué nos rescató con un gol que sirve para devolvernos la fe, para reordenar el cosmos y para ajustar nuestro Estado plurinacional a pocas horas del partido de esta noche (España-Venezuela).

No podía ser otro el goleador y no podía ser en otro momento, a tres minutos de la conclusión; cada uno es como es y nuestro equipo gusta de agotar las posesiones. Que Ramos corra tras Piqué con el único ánimo de abrazarlo es una escena que no debemos pasar por alto. Tampoco la celebración del central del Barcelona, fijado ante el fondo de los aficionados españoles, visiblemente satisfecho y orgulloso.

El final del festejo también es relevante: el enardecido ‘speaker’ aúlla por tres veces el nombre de Gerard mientras el estadio (sector ibérico) corea en las mismas ocasiones el apellido de Piqué. No hay como viajar para que se nos quite la tontería.

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